Concédetelo

Estamos en Navidades. Hay quién tacha la felicidad de estas fechas como hipócrita. No estoy de acuerdo. Yo lo veo más como una buena ocasión para hacer la vista gorda.
Es cierto que somos una especie que habla más que hace, pero hablar, hablamos mucho. Estamos constantemente preocupados, quejándonos y criticando nuestro entorno y a nosotros mismos. Está en nuestra naturaleza querer mejorar, evolucionar, cambiar las cosas. Somos bastante torpes en ejecución, pero como animales racionales no tenemos rival. Me gusta. Es bueno. Tu inconformismo mantiene tu mente activa, los retos, evitan que la ilusión se anquilose. Pero todo guerrero necesita la campanada entre asalto y asalto que le permita coger aire. La guerra es demasiado larga para pretender librarla del tirón.
Este descanso puedes dártelo en cualquier momento del año, porqué no en Navidades.

Estas Navidades apaga el cerebro, deja de criticar, sé más animal, más despreocupado, más egoísta. Tienes todo el año para perseguir tus objetivos. Cuando tu tío salive en Noche Buena al ver el charquito de sangre que hace su solomillo en su plato no pienses en una vaca descuartizada viva. De camino a ver a tu abuela no te recrimines estar destrozando el planeta con los gases que vomitan tu coche. Habla con ese familiar que lleva años sin dirigirte la palabra sin pensar qué se merece o se deja de merecer. Si un hombre te abre la puerta no piensen que está siendo condescendiente con una raza inferior, la mujer. Si eres independentista pasea por Barcelona con unas flores alejando de tu cabeza que los españoles quieren humillarte y oprimirte. Olvídate de preguntarte si debes cambiar de trabajo o si tu relación de pareja marcha bien. Quizás te sientas tonto, o fea, o gordo, o un tirillas. Dudas de si deberías odiar a tu padre por lo que te hizo, dudas de si es justo que te perdones por lo que ojalá tú no hubieses hecho a tus hijos. Igual bebes o fumas más de la cuenta, o los miedos te ganan partidas que nunca deberías dejarte perder. Da igual, aleja todo ese ruido de ti. Concédete unas Navidades menos ruidosas. Concédete unas navidades despreocupadas, infantiles, enriquecedoras por su simpleza. Deja al adulto que persigue sus propósitos, dentro del armario hasta después de Reyes; quítate por unos días el traje de humano que se cuestiona constantemente quién es y cuánto le rodea. Puedo estar más o menos de acuerdo con tus propósitos, pero nunca discutiremos sobre la importancia de tenerlos. Sólo te pido que descanses y caigas en la dulce irreflexibilidad por unos días.

Te deseo unas felices, despreocupadas y egoístas Navidades. Estas Navidades apelo a tu irresponsabilidad.
¡Nos vemos a la vuelta!

El rumor del olvido.