Este manifiesto va dirigido a cualquiera que pueda escribir mi destino desoyendo mi voluntad. Me da igual que sea la biología, Alá, las constelaciones, la educación recibida en mi infancia o la madre de todos ellos, el Azar. Si tenéis el poder de mover los hilos de mi vida decidiendo por mí si el día que tengo por delante me será propicio o no, esta carta os interesa.
Te escribo en nombre de mi querido lector y por supuesto en el mío propio, aunque hasta que él no escriba su propia carta no podemos considerarle cómplice de traición.
No sé si estará escrito en mi código genético, en el horóscopo o en mi cerebelo el número de días malos que voy a tener, pero una cosa le voy a decir: no pienso quedarme de brazos cruzados cuando el guión de mi vida no sea de mi agrado. No es cabezonería ni orgullo bípedo, sencillamente la infelicidad no es una opción. Póngase como le dé la gana, pero ya le aviso que si se lo toma a mal tiene dos tareas, enfadarse y desenfadarse. Puede reírse cuanto quiera junto a sus colegas de mi humano propósito, pero como no aspiro a conseguir la libertad, sino a ser libre de intentar conseguirla, quedo fuera del alcance de sus garras.
Puedo pasar por alto ser un títere de sus gustos cuando éstos coincidan con los míos, ¿Pero quién se ha creído para impedirme luchar? Ya sé que al igual que los padres con sus hijos usted siempre va un paso por delante, y puesto que me considera su hijo, o su mascota, lee con magnificencia mis propósitos de rebelión. Seguramente me haya diseñado para que crea que puedo ser libre y así divertirse contemplando como golpeo unos barrotes que sólo ceden cuando usted los tuerce: ¿es el pájaro libre cuando vuela, o sólo hace lo que su naturaleza le pide hacer, volar? Tal podría llegar a ser el poder de a quién le escribo: vuelo buscando respuestas porque esa es mi naturaleza, soy esclavo de buscar la libertad.
Podrá reírse de mí, pero yo tan bien puedo reírme de mí mismo, cosa que usted no puede hacer. Puedo reírme de mi insignificancia, de mis debilidades e inseguridades, de mis torpezas y estupideces. Puedo reírme de lo en serio que a veces me tomo la vida, de mi soberbia e incluso puedo reírme de mis miedos. ¿Puede usted hacer eso muy señor mío? No, no puede, porque usted no es libre de hacer otra vida que no sea la de escribir la vida de los demás. Si este es el caso usted no es más libre que yo, y si por el contrario tiene la libertad para elegir cuando escribir y cuando no, eso deja un espacio en blanco en la hoja de mi vida que me hace libre a mí.
Podrá reírse de mí, pero yo tan bien puedo reírme de mí mismo, cosa que usted no puede hacer. Puedo reírme de mi insignificancia, de mis debilidades e inseguridades, de mis torpezas y estupideces. Puedo reírme de lo en serio que a veces me tomo la vida, de mi soberbia e incluso puedo reírme de mis miedos. ¿Puede usted hacer eso muy señor mío? No, no puede, porque usted no es libre de hacer otra vida que no sea la de escribir la vida de los demás. Si este es el caso usted no es más libre que yo, y si por el contrario tiene la libertad para elegir cuando escribir y cuando no, eso deja un espacio en blanco en la hoja de mi vida que me hace libre a mí.
Poco importa perder, si uno ha hecho todo lo posible por ganar.
Con permiso del viento.