Recientemente en sesión una persona me contó tan emocionada como sorprendida que su hermano se iba a divorciar. En un momento dado sacó su móvil para enseñarme una foto de uno de sus sobrinos por el que se le caía la baba, y apareció una foto de su hermano con su mujer. La instantánea, tomada en la cocina, con ropa informal; la mujer pasándole el brazo a su marido por encima del cuello, y los rostros rozándose en una estampa de suma belleza humana que no podría ser adulterada por el más hábil impostor.
No había photoshop emocional. Eran felices. Lo irradiaban con tanto fulgor que no se le pasó por alto al sensible objetivo del teléfono móvil.
La foto había sido tomada unos meses antes de que anunciasen su ruptura. No había pasado nada significativo en ese tiempo que hiciese torcer el gesto a esas personas que quedaron inmortalizadas en su cocina. Pensarás que ya acordamos que uno puede fiarse antes de Satán que de las parejas que le circunvalan. Cierto, pero se da la circunstancia de que un año antes esa pareja había hecho una terapia conmigo, y antes de que se enterase su hermano de que iban a separarse, él había acudido en un par de ocasiones a consulta para ponerme al corriente de la situación límite por la que vagaba su matrimonio. ¿Podría haber información sensible que se me estuviese ocultando? Podría, pero lo veo poco probable.
No, no había sucedido nada trágico entre esa foto y el divorcio, sencillamente, las fotos, son instantáneas, pizcas de vida momificadas. Lo difícil no es mostrarse radiante un segundo, es sentirse relativamente feliz los millones de segundos que dan forma a una relación.
Quizás, si tuviésemos junto a nosotros un paparazzi que nos hiciese treinta o cincuenta fotos al día junto a nuestra pareja, haríamos el esfuerzo de sonreír más a menudo, y de tanto hacerlo, igual en una de estas se nos quedaba la mueca hasta la hora de meternos en la cama.
A veces no sonríes a cámara porque estás hasta las santas narices de tu pareja, pero otras veces, no lo haces, porque llevas tanto tiempo con ella que el objetivo de tu mirada no lo percibe, como si no existiese, al igual que no notas que llevas puestos calcetines hasta que te los quitas.
No te olvides de sonreír a cámara, y no te olvides de pedir que os hagan más fotos a los dos juntos.
De los muchos motivos que pueden arruinar tu relación de pareja, que el olvido no sea uno de ellos.
El rumor del olvido.