Todo lo que vamos viviendo queda registrado en una serie de patrones mentales que posteriormente nos permitirán anticipar lo que va a acontecer. Por ejemplo en los supermercados hay comida y no una monja desnuda tocando el tambor, lo que hace que cuando entras en un supermercado esperas encontrar una serie de cosas y no encontrar otras. El patrón mental impone la realidad y cómo la procesas. Se han hecho experimentos en los que después de visualizar un partido de baloncesto el sujeto no se dio cuenta que durante el mismo salió un gorila y metió una canasta. Yo mismo hice la prueba y no vi el gorila; me pareció sorprendente. La previsibilidad del contexto nos hace anticipar lo que vamos a encontrar y nos adormece.
Sería de estúpidos amputarse una pierna para que la lucha por aprender a vivir a la pata coja nos mantenga despiertos, pero puedes hacer otra cosa. Resetearte. Los edificios están ahí, dónde tienen que estar —pensarás. ¡Falso! Qué desde que tengas conocimiento estén ahí no quiere decir que estén obligados a estar ahí, de hecho, en la historia de la humanidad lleva más tiempo el ser humano viviendo en cuevas y chamizos de paja y adobe que en sólidos y seguros edificios de hormigón. El gran regalo de la vida que te ha tocado vivir en este momento de la historia y en este trozo de la Tierra, es que todo es sorprendentemente previsible; la gran desgracia, que todo es sorprendentemente previsible. Tíralo todo al suelo y vuélvelo a levantar. Los coches, los aviones, los analgésicos, los vibradores, internet, ¡internet!, los cruceros, el cine, los sofás, los paraguas, los preservativos, el gore tex, el aire acondicionado y la calefacción, las lámparas, los chicles, los bolígrafos, las aceras, los libros, las camas de látex, los microondas, los supermercados, nada de eso estaba, y no deja de ser una sorpresa que ahora estén.
Por darte un dato de los cientos que podríamos tratar, la radio, sí la radio, se inventó en el año 1901, hace poco más de cien años. No hay que irse muy atrás en tus apellidos para encontrar a unos familiares que no es que no tuvieran televisores de pantalla plana, smartphones, el buscador Google o no pudiesen volar a París por dos perras, es que no tenían ni radio.
Qué decir que al igual que Bill Gates tiene mil veces más dinero que tú y no por eso tiene mil momentos de felicidad más que tú, si es que no los tiene menos, toda nuestra avanzada tecnología no nos hace ni de lejos ganar por la manga a nuestros antepasados en esta maniática carrera persecutoria que nos traemos con la felicidad; aunque hay que reconocer que tener analgésicos para la extracción de muelas y vibradores que extraigan el placer a sus usuarias, o usuarios, es algo de agradecer.
Sé más agradecido. Si no quieres serlo por humildad, hazlo por egoísmo. Porque el que sabe disfrutar de una brizna de viento acariciando su cara, tiene la plenitud ganada.
Si no te reseteas de vez en cuando, te pasará como a los espectadores de ese partido de fútbol que no vieron salir el gorila a la cancha, sólo que en tu caso será tu vida la que pase frente a tus narices sin darte cuenta de todas las canastas que ha metido.
Con permiso del viento.