Otoño

Este otoño, para variar, es otoño. Temperaturas suaves se alternan con días fríos y agradables, el sol cada vez gana menos el hombro al horizonte, y si algo caracteriza al otoño, las lluvias. Está lloviendo mucho este otoño. Como debe ser. Cómo siempre queremos que sea. “En Madrid no tenemos estaciones de tránsito, se pasa del verano al invierno y del invierno al verano”, decimos. Pues para que no digamos que la naturaleza es sorda este 2018 te ha enviado un otoño como dios manda.

Me ha llamado la atención, que no veo ningún medio de comunicación hablándonos de los niveles de los embalses. Lo he puesto en el buscador, y no me salen noticias. He cotilleado y como era de esperar gozan de una extraordinaria salud, tanta, que muchos de ellos han empezado a liberar agua de lo llenitos que están. ¿No podrían contarnos esto para alegrarnos por ellos, por nuestro país habitualmente sediento? Y no, no me vale con una noticia aislada, quiero que me bombardeen con la misma tenacidad que lo hacen cuando la sequía nos golpea. ¿O es que cuando llueve sólo llaman nuestra atención sobre las inundaciones y los atascos mañaneros, y cuando no lo hace sobre la contaminación y el cambio climático? Con estas lluvias y estos vientos hoy nadie lleva boina en Madrid, pero eso a ningún medio de comunicación parece importarle. Nos machacan cuando las cosas van mal, y nos hacen una leve insinuación cuando van bien. ¿Por qué esa saña en recrearse en lo malo? Eso no es informar, es masoquismo y falta de agradecimiento.

Sé, señores medios de comunicación, que ustedes sólo nos dan lo que pedimos, ya que la audiencia manda y si esto nos ofrecen, es porque macabramente, esto debemos pedir; pero a los niños no hay que darles todo lo que piden, como esas noticias que alimentan nuestro inagotable talento para la queja. Miren, les propongo un trato. No les pido que centren nuestra atención en lo bueno o en lo malo, lo dejo a su gusto, pero si les pido congruencia. Si nos bombardean con los efectos negativos de la sequía, celebren a manos abiertas cuando llueva, y no dejen de comernos la oreja día sí día también sobre lo maravilloso que es ver llover. Por el contrario, si prefieren bombardearnos con las incontables molestias de la lluvia, no dejen de recordarnos lo cómodo que se anda sin paraguas ni chubasqueros, lo fluidas que circulan nuestras carreteras cuando el asfalto no está mojado, o las ganas que dan de tomarse una cerveza bien fresquita y darse un chapuzón cuando hace cuarenta grados y lleva un mes sin llover.
Si una persona muere por las lluvias ocupa titulares, como antes lo ocupó el estrangulamiento de los embalses, pero cuando los embalses están rollizos como bebés, caen en el olvido. La felicidad, cuando rebosa, no es noticia. Deslumbra más cuando agoniza.

Pues para luchar contra eso está aquí El rumor del olvido. Para recordarte que los embalses están borrachos hasta la coronilla, jubilosos de tener tanto para dar, felices. Y también lo está el campo. Y los cielos que ciñen nuestra ciudad.
Es otoño. Llueve. Y eso está trayendo muchas cosas buenas. Muchas.

El rumor del olvido.