Al carajo con la evolución

En los tiempos que nos ha tocado vivir parece que solo si eres el mejor en todo y que todos podrás sentir algo parecido a la satisfacción o el orgullo.
Si comparas a un burro del siglo XXI con el que llevaba las alforjas a Jesucristo comprobarás que apenas hay diferencias entre ellos, si es que las hay. En cambio, los humanos de hoy en día, con su Internet, sus vuelos de bajo coste, sus microondas, sus medicinas y avanzados aparatos quirúrgicos, sus medios de transporte y su calidad y cantidad de vida poco tienen que ver con los de antaño. ¿A quién hay que agradecer que seamos tan distintos de los burros? A la misma que nos condena a la eterna insatisfacción. La señora Evolución.
Al igual que los demás parásitos, la evolución vive de los recursos de otros, y para que ella pueda vivir lo ha de hacer su portador. No es amor de madre lo que siente por nosotros, sino necesidad de hija. Después de su sonado batacazo con los dinosaurios no se ha vuelto a fiar de los animales, y actualmente deposita todas sus esperanzas en los seres humanos, aunque no deja de echar el ojo a las bacterias. Ya que si nos extinguimos nosotros teme que lo haga ella también, se ha convertido en una especie de entrenadora personal que intenta exprimir lo mejor de nuestra especie. Es por eso que quiere que los humanos seamos la especie dominante y ya se sabe, que en un mundo tan cambiante, la mejor manera de asegurarse el liderazgo es ser siempre el primero en todo. Los animales no conocen términos como sentimiento de inferioridad, insatisfacción o problemas de autoestima, y precisamente por eso son menos manipulables por la evolución, por la vida. Sus aspiraciones son menores, y por tanto las expectativas que tienen que cubrir, también.

¿Quieres que te diga una cosa? Manda al carajo a la evolución. No permitas que tu biología te esclavice tratándote como un eslabón irreflexivo al servicio de la insaciable evolución. No quiero para ti que te sientes en una roca con una manzana a ver la vida pasar charlando con unos amigos y copulando de vez en cuando, aunque dicho así no suena tan mal, pero menos aún deseo que dediques tu vida a perseguir un no sé qué que nunca llega. ¿Te has preguntado qué, cómo y cuántas metas necesitas cubrir para sentirte justo merecedor del descanso del guerrero? La mayoría de la gente inteligente y disciplinada que conozco sienten que podrían hacer más tareas y mejor. Es triste que estas personas aún no hayan encontrado aquello que andan buscando, aunque si lo pensasen un poco se darían cuenta que el amor que uno ha de darse a sí mismo no ha de estar condicionado a lo inteligente, competente o eficaz que sea. Y la mejor prueba de ello es la ausencia de correlación entre brillantez y sosiego. Al igual que esos niños que creen que valen más cuando sus padres les felicitan por aprobar, de adultos, no nos sentimos satisfechos hasta que nuestra madre evolución nos dice que es suficiente. El problema es que como la evolución no se mide de cero a diez como en el cole, sino de cero a infinito, nunca podrá esta madre estar satisfecha con tu obra, condenándote a buscar su amor hasta el final de tus días con la esperanza de que si mañana lo haces mejor, y mejor que los demás, quizás encuentres la paz que te ha sido negada.
¿Acaso quieres un mundo gobernado por tontos? – Podría preguntarme alguien – No, pero si he de elegir entre esas dos opciones prefiero un mundo de tontos que uno de listos insatisfechos.
Implícate en tus proyectos todo cuánto consideres, pero no lo hagas buscando un amor que sólo en ti puedes encontrar. Vales por ser tú, esos cantos de sirena de la Evolución para tenerte permanentemente explotado ya no funcionarán contigo. No nos damos cuenta, pero somos hormigas obreras sujetas a un instinto: saciar el voraz inconformismo de la madre naturaleza.
Dicho esto agradezco que durante la historia miles de médicos y científicos hayan hipotecado su vida para descubrir inventos que me hacen la vida más fácil y larga, pero si se hubiesen entregado a la carrera de la evolución con algo más de parsimonia, calma que indudablemente habría retrasado esos inventos que tan bien me hacen, lo habría comprendido.
Al igual que los humanos creamos ordenadores para que nos ayuden, no para que se ayuden a sí mismos a tener un buen día, la evolución te ha dado inteligencia para que la ayudes en sus propósitos, no para que tengas una buena vida. La diferencia (de momento) con los ordenadores es que tú puedes rebelarte y poner esa inteligencia al servicio que mejor consideres.

He mirado mi contrato de trabajo y he comprobado que no me corresponden vacaciones, parece ser que por ser un libro. He buscado el nombre de mi empresa y cómo no, he encontrado que la socia delegada es la señora Evolución. Normalmente es cierto eso de en casa del herrero cuchillo de palo, más no va a ser en esta ocasión y siguiendo mis propios consejos voy a cogerme unas merecidas vacaciones hasta el primer miércoles de septiembre. ¡Menudo mosqueo que se ha cogido la damisela! Ella verá, por lo que a mí respecta, y para envidia del resto de hormigas, durante este tiempo nada de cargar con migas de pan ni excavar túneles. Espero que disfrutes de tus vacaciones; no será fácil, porque después de todo el año trabajando duro no conseguirás bajar de revoluciones de una día para otro, por mucho que no vayas a trabajar, pero si consigues mandar al carajo el contrato que tu biología firmó sin tu permiso con la evolución, disfrutarás tanto de parar como antes lo hiciste de moverte.

¡Nos vemos en septiembre!

No valgo, me dices para azuzarme a avanzar y avanzar sin mirar atrás.
¿Y qué te hace pensar que quiero valer en lo que tú quieres que yo valga?

La mayoría de las personas que ponen su inteligencia al servicio del prójimo se olvidan de cubrir sus propias necesidades.
Pero si no se cuidan a sí mismos, ¡Cuánto tiempo aguantarán protegiendo a los demás!

No sigas. Esa melodía ya no embauca mi ánimo.
Para. Es absurdo que lo sigas intentando.
¡Basta! ¿Aún no te has dado cuenta que no soy el mismo de ayer?
Deja de hablarme de lo bien que lo hacen los demás. Sólo conseguirás que les admire, nunca que me desvalorice.
Deja de hablarme de lo mal que lo hago, ¿Acaso quieres que te aburra con las innumerables cosas que hago bien?
Deja de decirme que podría hacerlo mejor. ¿Te digo yo todos los días que el cielo es azul y el sol sale por oriente?
Si quieres ser escuchada háblame con respeto, sin comparaciones, reconociendo mi esfuerzo por ínfimo que sea, alabando mis virtudes y animándome a vencer mis errores, y haz todo esto sin juzgar más que mis acciones, pues ya te lo he dicho antes, no soy el mismo de ayer y mi valía no está en venta.

Con permiso del viento.