Estamos atestados de mensajes buenistas de abre los brazos al sol y aprende de tus fracasos, por eso lo que hoy voy a contarte así de entrada te irritará el escroto o como sea que se llame su homólogo femenino. Cierto es, que luego tenemos la otra tendencia, aquellos que nos recuerdan lo hijos de puta que somos desde que nos paren hasta que nos devuelven, cómo no dejamos de joder todo cuanto nos rodea y cómo el apocalipsis se nos va a meter uno a uno por el culo para darnos nuestro merecido. Somos afortunados de que ambos bandos tengan quién les ponga voz, así podemos escucharlos y quedarnos con lo bueno de cada uno.
Cuando vayas por la calle y te cruces con alguien que estornude, dile ¡Jesús! Es muy extraño vivir rodeado de personas y actuar como si nada tuviésemos que ver las unas con las otras, como si juntas cacerolas con manzanas. Mis padres tienen una casa en la sierra de Madrid; un lugar muy bonito y poco conocido. Una maravilla. A menudo mi padre, ya jubilado, se va unos días y da paseos por el campo sin encontrarse con nadie. Cuando algún familiar le pregunta si no se aburre o se siente solo de no ver prácticamente a nadie, él contesta que dónde se siente solo es en Madrid. Cuando camina por la ciudad rodeado de cientos de personas y ninguna se percata de su existencia, tiene un gran sentimiento de soledad, en cambio, cuando está en la sierra no es que se sienta solo, es que está solo. No es que la gente no le vea, es que no hay gente que pueda verle.
La soledad más incisiva se siente cuando no estás solo.
Por eso hoy te pido qué interacciones con el desconocido, especialmente con el desconocido. Di buen provecho a los comensales cuando entras en un restaurante, ayuda a una persona que está perdida y no te ha preguntado, cuando alguien estornude dile ¡Jesús!
Ya lo sé… Ya lo sé… Se te cae el pelo y las tetas, tu trabajo te aburre, la enfermedad merodea a tus seres queridos, por el mundo se suceden atrocidades de escabrosa digestión, el tiempo sigue a lo suyo y se acelera cuando quieres adueñarte de un instante para echarse la siesta cuando quieres que espabile, tienes más dudas que certezas pero tienes la certeza de que es mejor no pararse mucho a escuchar las dudas, los osos polares no tienen hielo para cazar y los políticos siempre encuentran la forma de escapar de los campos de hielo que ellos mismos han derretido. La vida, innegable es, alberga generosas dosis de tristeza, miedo y dolor, pero es precisamente por toda esa tristeza, miedos y dolor que te pido ese gesto. Ingenuo e infantil. Pero quizás sea esa simplicidad el contrapeso necesario a la complejidad para que hallemos el equilibrio.
Ayuda al otro a verse a través de ti, hazle saber que existe, y de alguna maneta, tú también existirás a través de él.
Los científicos están lidiando con la nanotecnología y la inteligencia artificial, los psicólogos en Harvard llevan complejas y extensas investigaciones sobre el comportamiento humano, y tú —me dirás—, después de dieciocho años ejerciendo como terapeuta, no tienes mayor aportación que decirme que para ser más feliz tengo que decir ¡Jesús!, aunque no conozca de nada a esa persona y mi hijo tenga cáncer.
Yo no lo habría explicado mejor. Sólo un matiz. No es, aunque no le conozcas de nada y tu hijo tenga cáncer, es precisamente porque no le conoces de nada y tu hijo tiene cáncer. Esto te hará sentirte menos solo y desviar la atención de tus miserias.
El rumor del olvido.