¡Depredador suelto!

En un momento dado, a lo largo de tu vida, te encontrarás personas que te harán sufrir, como inevitablemente tú harás sufrir a otras. La vida es demasiado compleja, llena de ambiciones, miedos, egoísmos e intereses enfrentados. No te digo nada que no sepas, como demuestra el hecho de que hoy no te hables con personas que ayer eran tu alma gemela: parejas, amigos, compañeros de trabajo, padres y hermanos. Parece mentira que la solidez con la que se sienten algunos lazos afectivos el tiempo acabe demostrando su humana laxitud, pero así son las cosas.

Con todo, no es de estas personas de las que debes protegerte. En un partido tan largo y con tantos intereses como te decía estos contratiempos son, a mi entender, inevitables. Es como unos amigos que juegan en el mismo equipo de fútbol y comparten objetivos hasta que uno de ellos cambia de equipo y pasan a luchar por el mismo trozo de pastel. Puede llegar a ser muy doloroso enfrentarse con aquel en quién te apoyabas, y con todo, no son de ellos de quienes debes protegerte.

Es comprensible que en los primeros metros de una relación todos mostremos nuestro mejor perfil y dejemos los ángulos muertos para cuando el camino ya esté tan avanzado que a nuestro acompañante le de pereza abandonarnos. Bien, deja las ventosidades, tu alcoholismo y la esquizofrenia de tu hermano para más adelante, porque con todo, tampoco de estas personas que filtran tan diplomáticamente la información has de protegerte.
Todas estas personas, en el caos del vivir o en la torpeza para conciliar su ego con los demás, te lastimarán y decepcionarán, pero nada comparable con el ensañamiento y destrucción de los depredadores. ¿Personas tóxicas? Me río yo de ese dulce atributo. Depredadores despiadados que no cesan de machacar a su presa ni cuando ésta ha caído. El problema, el gran problema, es que no muestran los colmillos hasta que has compartido tanto con él que inevitablemente, le amas. No es amor de pareja, es el amor de la confianza, de la entrega, de considerarle uno de los tuyo en este mundo invadido por los otros. Llegados a este punto, eres vulnerable. Sus mentiras prosperan en tu inocencia, sus acusaciones las haces propias, y la esperanza porque aquel quién creías conocer vuelva a aparecer alarga la espera hasta límites agónicos.

La solución no es la suspicacia, como tampoco lo es la prevención. Déjalo estar, no es posible discernir a los depredadores del resto de aspirantes a entrar en tu vida. Lo único que se puede hacer al respecto es identificarles. Son seres torturados, animales heridos que han perdido la medida, y al igual que una cebra no puede razonar con un león, pierdes el tiempo intentado comprender su comportamiento desde parámetros racionales. Hazte un favor y deja de preguntarte los porqués, los qué has hecho, los cómo solucionarlo o cómo ha sido posible llegar a esta situación.
Por favor, cuando destapes a un depredador aléjate. No tienes que cuidarte de él, tienes que cuidarte de ti mismo, porque cuando el depredador salga de la guarida lo hará porque ya se habrá ganado tanto tu confianza que intentará convencerte que el depredador no es él, sino tú.

PD: no me refiero a maridos depredadores, sino a personas depredadoras. De hecho este texto ha sido escrito pensando en jefes depredadores.