Padres independentistas

Soy de Madrid y me gusta, mucho, mi país. No suelo votar porque los políticos son maravillosos actores y me es imposible saber quién se esconde detrás del personaje. Soy profundamente inculto en materia de leyes, historia, política y demografía, por lo que me es imposible defender con garra una posición respecto a la propuesta de independentismo. Mi instinto me pide unidad, pero como te decía, soy inculto y no puedo pretender convencerte con argumentos tan débiles y subjetivos como el instinto.

Dicho esto, voy a ponerme en vuestro pellejo y tomar por válido que aquello que defendéis es legítimo y saludable al menos para lo que entendéis vuestra familia, Cataluña.
Me cuesta más trabajo apoyaros en los medios que proponéis, la violencia. Ya, me diréis que no os ha quedado otra y que a veces los grandes cambios requieren grandes apuestas. Si quieres que se te oiga, grita todo lo alto que puedas, Y si revientas el tímpano al que pasa por al lado, aunque sea peruano y no tenga nada que ver, no será otra cosa que un inevitable daño colateral. La violencia es un elefante que aprendí a cabalgar hace muchos años, pero cuyo bufido uno nunca deja de escuchar, así que puedo entender vuestro odio. Así que venga, que no se diga que no hago un esfuerzo de empatía: también comprendo que salgáis a las calles a destrozar los coches, escaparates y parques dónde vive vuestra familia.

Lo que no puedo compartir, y mirad que soy amplio de miras, es que mandéis a hacer el trabajo sucio a vuestros hijos. He estado viendo los videos de las protestas más violentas, y la media de edad rondará los veinte años.
Me veo obligado a preguntaros, ¿Qué esperabais? Muchos de vosotros tenéis cincuenta años, y a pesar de la contundente fuerza con la que defendéis vuestros ideales, gozáis de la templanza de la edad, tenéis trabajos que os mantienen ocupados, hijos que cuidar, ejemplo que dar, pero vuestros chavales, aquellos a los que se les dice que todos sus problemas son culpa de los malnacidos de los españoles, hacen lo único que cabe esperar de aquellos que aún están perdidos en la vida: golpear todo lo que se encuentra a su paso. La vida a esas edades es compleja, y los instintos, poderosos. Igual estoy jodido porque no se me levanta, a pesar de haber estudiado mucho sigo viviendo con mis padres porque no encuentro trabajo, aunque sé que no me hace bien fumo muchos canutos cuando no me anestesio con el alcohol, dudo de si encontraré a alguien que me quiera, me siento culpable por haberme liado con la novia de mi colega, estoy triste porque mi abuelo está enfermo y en general, no entiendo este puto mundo que nos ha tocado vivir por el que los viejos y ciegos humanos de cincuenta años caminan como si no hubiese mierda bajo sus pies. Si a estos chavales confundidos y cabreados, les damos un cabeza de turco dónde volcar la frustración de la existencia, ¿qué esperamos que hagan? Pues ni más ni menos que lo que están haciendo.

Puedo tomar por validas, al menos conceptualmente, tus reivindicaciones de que el fin justifica los medios, pero entonces deja a tu mujer o marido en casa, no vayas a trabajar durante las protestas, y sal a la calle a pegar puñetazos a las personas que abren sus comercios. Ten los cojones de ponerte delante de un antidisturbios y escúpele a la cara, y luego no lloriquees si este señor te mete un porrazo por tocarle las narices. Pero no, la mayoría os quedáis en casa dejando que unos críos hagan el trabajo sucio.
Podrías decirme que no son niños de diez años a los que enviamos al colegio. Cierto, pero si a un niño de diez años no dejamos de decirle que la felicidad está en subirse a un globo, no es descabellado que con veinte años busque subirse a uno. De todas formas, como ciertamente un chaval de diecisiete años tiene su propio criterio y toma sus decisiones, la cuestión es, ¿le alentarás hacia la agresividad, o le alejarás de ella?

Creo que hay dos tipos de padres independentistas. Unos están horrorizados viendo por la televisión lo que sus hijos están haciendo, insomnes ante la idea de que les hagan daño o cometan un error que les lleve a la cárcel. Estos padres quieren la independencia, pero viendo a esos chavales jugarse el pellejo se rasgan la cabeza buscando una alternativa que no sea mandar a sus hijos a un campo de batalla.
Luego están los orgullos de ver como su hijo patea la cabeza a un policía. No puedo estar de acuerdo con vuestra forma de entender ni el respeto ni la educación, tampoco necesitáis para nada mi acuerdo, pero sólo deciros que echo de menos algo más de congruencia y valor. Esto qué es, ¿lo de que mi hijo tiene que ser médico a toda costa aunque yo soy albañil? ¿Por qué cargas a tu hijo con tus sombras? Sé que esto sale mucho en las películas americanas, padres orgullos de que sus hijos se jueguen la vida por su patria. No entro en si hay que ir a la guerra o no, pero que nuestros hijos vayan a matar y a evitar ser matados no es un orgullo, es una lástima. Una lástima que se pierde en el más profundo de los abismos. Una lástima cruelmente triste porque podría evitarse.

Algo tengo claro, me importan más los chavales que España o la independencia. Padres independentistas, tenéis que tomar una decisión. ¿Queréis violencia? Pues id vosotros a pegaros, no mandéis a vuestros hijos. ¿No queréis violencia? Entonces defended vuestras posturas delante de vuestros hijos con menos odio.

El rumor del olvido.