Lo peor no es que te traten como gilipollas, sino que acabes creyéndote que eres gilipollas.
La voz de alarma sobre lo gilipollas que podéis ser saltó ayer mientras veía la televisión desde la estantería que es mi hogar. En un programa salió una mujer que se ganaba la vida haciendo de doble de manos. ¿Qué es esto? Pues ni más ni menos que lo dicho, una persona que presta sus manos para anuncios publicitarios y demás. Parece ser que esta persona dispone de unas manos que ya quisieran para sí los grandes onanistas, y había doblado a muchas famosas. Hasta aquí tiene un pase, no deja de ser otra forma de ganarse la vida como otra cualquiera, aunque ya empieza a asomar el hocico que algo marcha mal en vosotros si tenéis que pagar a alguien para doblar manos. Como tal actriz no tiene las manos perfectas, ella hace todo el anuncio de la colonia de turno pero a la hora de realizar el primer plano de las manos cogiendo el frasco, utilizan la doble. ¡Qué demonios importará si la persona del anuncio tiene unas manos perfectas! Tanta, de verdad, ¡tanta diferencia hay entre sus manos y las de la doble! ¿Hay que tener unas manos esculpidas por Miguel Ángel para anunciar una colonia? ¿Es necesario que hasta en algo tan simple necesiten mostrarnos la supuesta perfección? Si la actriz se come las uñas y los padrones hasta la muñeca, tiene roña en los bordes y trozos de mocos secos de la noche anterior, puedo entender que se coja otras manos, que por cierto bien valdrían las de cualquiera, pero rara vez será ese el caso.
No acaba ahí la cosa. Si inquietante es que usen trozos de distintas personas en planos alternos, qué decir cuando lo hacen en el mismo plano. La doble enseñó uno de sus trabajos: una fotografía de una mujer de espaldas con un pandero de ensueño, ¡y las manos de la doble! Igual era el trasero de una, las manos de otra, la cadera de la de más allá y los muslos de la de más acá; como los muñecos Playmobil. Y todo ello por supuesto enriquecido por el Photoshop. ¿Con cuantas cosas más lo harán? La industria del entretenimiento no sólo coge a las personas más guapas y atractivas, sino que por si eso fuera poco, ocultan sus “defectos”, resaltan sus “virtudes”, canjean las partes “neutras” de su cuerpo con otras personas como si fuesen cromos, y no contentos con todo ello, embellecen el conjunto con los ordenadores. A nivel local pasa tres cuartas partes de lo mismo. Aunque contáis con menos medios, el resultado es muy parecido. Colgáis en Instagram, Facebook, Whatssapp y demás artilugios las fotos que más os favorecen: la mejor sonrisa, aquella que perfila algún rasgo físico con finura de cirujano, o esa otra en la que tu mirada te hace parecer tan interesante. Incluso las fotos que cuelgas donde supuestamente sales mal no sales mal, y lo sabes: estás haciendo el payaso, pero son muecas bien estudiadas. Yo sé lo que es poner cara de mongolito y desde luego no es la que veo es vuestras redes sociales.
Y después de estar constantemente bombardeado por este torrente de imágenes perfectas, te levantas por la mañana un lunes para ir al trabajo y ves tu cara y tu cuerpo desnudo delante del espejo antes de meterte en la ducha y piensas. “Jooooder, menudo panorama. A ver como coño arreglo yo esto, o al menos, a ver si consigo disimularlo”.
Es inevitable que te traten como gilipollas, no seas tan gilipollas de no darte cuenta.
Dicho esto, no se trata de buscar culpables, este es un circo muy grande del que todos formamos parte: la empresa quiere vender su producto, el publicista que le contrate la empresa, el experto en Photoshop que le contrate el publicista, la actriz que quiere ganarse un dinero por el anuncio deja que parcheen su cuerpo, la doble de manos facilita el intercambio, las cadenas de televisión que tienen sus propios intereses de audiencia alimentan el sistema, y finalmente tú ves el anuncio, compras la colonia, y cuidas tu imagen en un frénico intento por parecerte a las personas que hay al otro lado del cristal, ya sea éste el de un ordenador, un teléfono, un televisor o una valla publicitaria. No, no se trata de buscar culpables y echar balones fuera, sólo digo que sería una pena verte sufrir por olvidar que todo esto es un circo.
Con permiso del viento.