¿Estoy educando bien a mi hijo?

Antes de ayudarte a que puedas responder esta pregunta necesito que abras tu mente. Y necesito que lo hagas dos veces.
Por un lado quiero que te imagines la vida de tu hijo como el reparto de una película. En ella nos encontramos todo tipo de personajes, y todos tienen su sentido. Algunos mueren pronto, otros no dejan de hacer canalladas, está el guapo, la heroína, el que está enganchado a la heroína, el chistoso, el trabajador o el fracasado. Por lo general, cuando uno negocia con el productor el papel para su hijo, quiere que sea el personaje principal, que suele morir viejo y feliz después de superar satisfactoriamente ciertos contratiempos. Nos da pena aquellos actores que sufren, son unos mentirosos o mueren violentamente, pero la verdad, es que la película no sería la que es si no fuese por la suma de todos los actores. Incluso ese que tiene una participación aburrida cuyo nombre nunca se aprenderán los espectadores, es una pieza elemental para el conjunto de la película. Por tanto tu hijo, sea lo que sea de su vida, será una vida completa y llena de sentido.

Ahora quiero que abras tu mente para algo aún más difícil: entender que lo que para ti es lo correcto para mí no tiene porqué serlo. Criticamos a políticos y Dioses distintos, nos vestimos distinto, no entendemos igual la amistad, el amor, el perdón o como usar nuestro tiempo libre. Gastamos el dinero de forma distinta, probablemente ni nos limpiemos el culo de la misma manera ni con la misma cantidad de papel. Tú dices que me equivoco, yo veo la equivocación en tus actos. ¿Quién tiene razón? Yo, dirás. Lo mismo que he dicho yo. Además, como ya somos tantos, los dos tenemos millones de personas que nos dan la razón. Sólo tenemos que buscar en el lugar adecuado para que se confirmen nuestras creencias. Somos muchos y estamos interconectados. Ya nadie tiene porqué sentirse solo. Hasta el que le guste hacer el amor disfrazado de Rajoy encontrará seguidores.

Si todos los personajes tienen su función, y más allá de las leyes no hay bueno o malo, correcto o incorrecto (ya sé que te cuesta creer esto, pero deja un poco más tu mente abierta), ¿Qué es una forma correcta de educar a tu hijo? Exacto, no la hay. Al menos no la hay que nos parezca bien al resto del mundo. ¿Educarle en ir los domingos a misa es correcto? ¿Y en que no fume porros? ¿Debe ayudar a los negritos de África, o crear una multinacional? ¿En sus prioridades debe estar cuidar de la familia y crear una propia? ¿Cómo de vital ha de ser en su existencia ser educado con los demás?

Teniendo todo esto en cuenta, claro que hay una forma correcta de educar a tu hijo. Aquella que le dirige hacia donde tú quieres que esté. Será un destino criticado por algunos, pero es que eso es inevitable. Si quieres que tu hijo gane mucho dinero aunque eso le genere altas dosis de estrés y apenas pueda disfrutar de su familia, y acaba dirigiendo una multinacional, puedes sentirte orgulloso, has hecho una gran labor educativa. No, de verdad, no estoy en broma ni te tomo el pelo. Educar bien, una vez aceptado que no hay un acuerdo unánime sobre lo que es bien y que todas las vidas tienen un sentido, es ayudar a tu hijo a llegar donde tú crees que es bueno que esté. Luego de adulto llegará o no, eso dependerá de su auto educación.
Ahora bien, cuidado, porque lo que los padres debemos preguntarnos es dónde queremos encaminar a nuestros hijos. En ese sentido, educar “mal”, es exigirle sobresalientes en la escuela y que nunca se conforme con su mejor marca deportiva, y luego lamentarnos cuando muere de un ataque al corazón con cuarenta años o se deprime en su tercer divorcio. Si sobreproteges a tu hijo, haciéndole la vida muy fácil, no te extrañe si después utiliza alguna droga para hacerse la vida más llevadera. Si no enseñas a tu hijo a separarse de ti, ¿Qué sentido tienen tus lágrimas cuando tu hijo deja atrás la niñez y la dependencia de sus padres la sustituye por el espécimen de turno del que se enamora locamente? Educar “bien”, es dirigir a tu hijo por el camino que tú, y solo tú, quieres que vaya. Pero irá por ese camino con todo lo que implica seguir esa dirección. Sin tener en cuenta consideraciones morales y legales, si pegas a tu hijo de siete años, cuando tenga diecisiete te atizará él a ti. No entro en si es buena esa educación, si hay que enseñar a las personas a usar la agresividad para conseguir sus fines, o plegarse ante esta, sólo quiero recordarte que lo que hoy comemos, lo cagaremos mañana.

Podrías decirme: “Los que tienen que hacer terapia son los padres para preguntarse a sí mismos si lo que ellos consideran adecuado, lo es”. Eso mismo me han dicho esos padres de ti. En cualquier caso no pretendo que estés de acuerdo con cómo educan otros padres, solo quiero que tú seas congruente con tu forma de educar, porque para bien, y para mal, todos los caminos tienen su reverso, y no quiero que te lleves las manos a la cabeza cuando el tuyo te dé la colleja.

¿Sabes lo que quieres para tu hijo? ¿Estás haciendo los movimientos adecuados para que llegue allí? ¿Has sopesado las ganancias, y las renuncias, a largo plazo, derivadas de la senda marcada?
Si la respuesta es sí, a efectos personales, y no sociales, estás educándole bien. Enhorabuena.