Día 4

Estaban mis vecinos los libros de autoayuda echando un vistazo a mi índice cuando vi una mirada entre ellos que aunque no supe descifrar, no quise pasar por alto…

– Habéis visto algo que os ha llamado la atención, ¿verdad?
– Bueno, no sé cómo decírtelo, pero es que hay algunos capítulos en los que intentas ayudar con ideas muy simples. Estamos de tu lado, y como tú creemos que las personas dedican poca atención a los aspectos positivos de su vida, pero te decimos por experiencia propia que es un recurso muy trillado.
– ¡Pero es que es verdad que tienen muchas cosas buenas!
– Lo sabemos, pero piensan que relativizamos en exceso al pretender hacer más llevadera una infidelidad si tienes dientes que cepillar o pies que calzar…

Esa noche estuve pensando en qué podíamos estar equivocándonos para que algo que todos nosotros teníamos claro no llegase a las personas. Y encontré el fallo: creéis que cuando os animamos a disfrutar de lo bueno de la vida olvidamos que existe lo malo.

Me gustaría pedirte para esta semana que hagas una lista con al menos cincuenta o cien cosas positivas de tu vida. Tu primera reacción será decir que me he vuelto loco, pero en verdad no podía pedirte nada más fácil. Por empezar por algo, ves repasando de abajo a arriba todas las partes de tu cuerpo que marchan bien. Todas. Mira si tienes piernas que te lleven a los sitios y si aún puedes limpiarte el culo tú solito o tienes una bolsa donde van a parar tus heces, dime si tienes que imaginarte la cara de tus seres queridos o cómo suena el placer. No, esto no es un capítulo rescatado de la serie infantil Heidi, ni mucho menos. La vida, tu vida, está llena de mentiras, inseguridades, individualismo, egoísmo, suspicacias, miedos, cobardías, complejos, penas, rabia e idioteces. Hoy no pretendo que dediques menos tiempo a pensar en esas cosas, no, solo digo que nada tiene que ver lo que te falta con lo que tienes.

Ya sé que te falta un brazo, pero porqué te empeñas en pasar por alto que tienes piernas. ¿Acaso andas con los brazos? Entiendo que es doloroso que te abandone tu pareja o te despidan del trabajo, no te lo discuto, pero cómo vas a discutirme tú a mí que nada tiene que ver los pies con las orejas, el tener más tripa de la deseada con disfrutar de una canción bonita, o la muerte de alguien cercano con saborear un entrecot en su punto. Unas cosas no tienen nada que ver con las otras, salvo que tú las conectes. Es un problema de solapamiento vital.
Si no dejas de verte como un desgraciado, de quejarte de tu mala suerte y de lo injusta que ha sido la vida contigo, acabarás por hacer metástasis psicológica y colapsar tu vida emocional, no porque todo vaya mal, sino porque consideras que perder tu pierna acaba con tus posibilidades de ganar esta partida, como cuando te comen una ficha al parchís a punto de llegar a casa. Es como si quisieras vengarte de algún tipo de ente superior: “con que esas tenemos cabroncete, quitando piernas a gente como yo, que hacemos las cosas bien y no nos metemos con nadie…pues que sepas que ahora voy a darme de golpes contra una pared el tiempo que me quede de vida”. Eso y no otra cosa es permitir que lo que te falta eclipse lo que tienes, darte golpes a ti mismo; quizás sea una forma desesperada de recuperar el poder, el control: “Tú me has quitado la pierna, pero yo me voy a quitar todo lo demás. ¡Jódete!”. No puedo asegurarte que no haya alguien por los espacios que le importune que su mascota se independice, aunque sea para autodestruirse, pero aún habiéndolo, hombre, ¿no podemos buscar entre los dos alguna forma de fastidiarle que no sea destruyéndote?

Insisto, hoy no quiero que relativices el dolor por la pierna perdida, sino que entiendas, que el dolor por lo perdido no es motivo para no disfrutar de lo poseído. El día es muy largo, llora cuanto quieras por tus pérdidas, pero deja algo de tiempo para disfrutar de tus fortunas: lucha porque las partes oscuras de tu existencia no ensombrezcan las claras. No sé de qué morirás, quizás de cáncer; ahora se lleva mucho. Ese día tus células cancerígenas cabalgarán sobre sus corceles negros hasta que colonicen los suficientes órganos vitales para hacer la metástasis incompatible con la vida. Cuando ese día llegue estarás perdido, sin medias tintas ni estupideces, pero hoy sólo está dañada una parte de tu existencia: si no quieres, no sabes o no se puede solucionar esa parte, ¡ponla en cuarentena y disfruta del resto!

En esta vida siempre incompleta, es crucial aprender a disfrutar de lo que se tiene aún a sabiendas de lo que se carece.

Con permiso del viento.