Me gustan los símbolos.
Me gusta que una pareja de enamorados dedique un día a cantar su amor a sus amigos y familiares, aunque un año después el peso de la rutina o la ligereza de una aventura acaben con la relación.
Me gusta que la gente celebre su cumpleaños, y también me gusta que me feliciten, aunque alguno esté deseando que me vaya a criar malvas para disfrutar de mi herencia.
Me gusta la cortesía: el “usted primero”, el “gracias” y el “de nada”. Me gusta el “que tengas un buen día”, el “me alegro de verte” y el “por favor”.
Los símbolos también son fieles devotos de la hipocresía, la lealtad irracional a la costumbre y la cobardía. Cierto. Y aún con todo me siguen gustando.
Y cómo no, me gusta el símbolo de las Navidades, no por el consumismo, la obligación de ser felices o el culto a dioses apadrinados por los miedos, sino porque el ladrón roba menos y el generoso da más, y parece que uno se siente algo menos solo al alejarse por unos días de la devoradora cotidianidad.
Me despido de ti hasta después de la Fiestas. Espero que aproveches el símbolo de las Navidades para disfrutar del símbolo que otorga sentido a nuestra condición humana, el de la familia; ya esté formada ésta en tu caso por parientes, mascotas o amigos.
Tendrás unas Navidades imperfectas, como no puede ser de otra manera, pero no por ello no han de ser felices.
¡Felices Fiestas!
Con permiso del viento.