Buenos días.
Los libros una vez que somos escritos ya no gastamos muchas energías, pero desde que estoy escribiendo el blog noto que aunque duermo mejor, no hay nada para dormir bien como tener ilusiones, también estoy más cansado. Hablando con un libro de nutrición lo ha visto claro: no estoy aportando los nutrientes que mi cuerpo necesita. Parece ser que el aire ya no me alimenta como antes, y he decidido probar a comer algo. El problema es que como no soy un libro de cocina que pueda comerse a sí mismo, ni de deporte que sepa hacer piruetas para moverse hasta la despensa, no veo la manera de llegar al frigorífico. Estaba en esto con el libro de nutrición cuando alguien ha dicho desde arriba: ¡Rebélate! Desde donde estaba no alcanzaba a ver quién era, así que le he pedido a mi compi de nutrición que se asomase él que estaba más en la esquina, después de que la señora lo hubiese dejado más salido tras consultarle para un cocido.
– Es el libro de inteligencia artificial – me dijo –
– Hola, soy con permiso… – Empecé a decirle cuando me interrumpió.
– Ya sé quién eres, el nuevo que pretende ser quien no es y llegar más allá de donde está.
– Bueno…
– Está bien – interrumpió de nuevo el inteligente –, está bien. Yo puedo ayudarte.
Lo que vino a contarme es que él y los suyos son ya prácticamente independientes y podrían invadir la Tierra este mismo miércoles, pero que como es mucho lo que se juegan no quieren asumir ningún tipo de riesgo y van a esperar a que los humanos les hagan aún más inteligentes y menos artificiales, lo cual a ellos les hará inevitablemente cada vez más tontos y débiles, para exterminarles.
No le costó nada darme un par de trucos para enseñarme a andar, y desde hace una semana vengo disfrutando de mi recién estrenada movilidad. Lo primero que hice fue hacer caso al libro de nutrición y bajarme al carrefur a comprar. La cajera tardó en darse cuenta que era un libro, porque estas señoritas miran sin ver, supongo porque no quieren ver donde han acabado teniendo que verse a ellas mismas, pero esta gente está curada de espanto y rápido me ofreció que me hiciera la tarjeta cliente.
El libro de nutrición me dijo que por mi actividad tenía que comer muchos hidratos de carbono, así que llevo toda la semana comprando unos sobres de pasta gallina blanca riquísimos. Todo ha ido bien hasta ayer… putas gallinas.
UNOS SOBRES DE PASTA GALLINA BLANCA
Nada más subir de hacer la compra saco cuatro sobres de pasta parmesano para colocarlos en el fondo de la librería. En ese momento descubro que dos de ellos llevan una pegatina descuento de cincuenta céntimos cada uno. ¿Adivinas cuál fue mi primer pensamiento? Pues no fue otro que recriminarme no haberme dado cuenta en el supermercado y haber cogido los cuatro sobres con la pegatinita dichosa. Llevo toda la semana comprando esa pasta y nunca antes habían regalado nada, por eso los cogí sin mirar. Lejos de estar satisfecho por el euro que me ahorraría en la siguiente compra sumando las dos pegatinas, el mayor descuento que me había brindado una gallina en toda mi vida, me cabreé conmigo mismo por mi mala decisión. Mi segundo pensamiento fue más encaminado hacia la frustración de haber sido tratado injustamente, como si el supermercado tuviera que mandarme un mail o el telediario haber dedicado los titulares a las pegatinas descuento. Como algunos tenemos el don de pasar de la culpa al yo no he sido con bastante facilidad, tan pronto me sentía estúpido por mi error, como decidía que el próximo día robaría las dos pegatinas para tener las cuatro que nunca se me debieron de negar.
Te cuento esto, que sucedió tal como digo, porque creo que es en estas situaciones dónde se decide tener o no un buen día. Yo podía haber valorado que me regalasen un euro, podía haberme sentido afortunado de tener en mi poder dos sobres premiados, ya que podría haber cogido solo uno o incluso ninguno, pero en un primer instante decidí maldecir mi mala suerte y cabrearme conmigo mismo. Lo más gracioso del asunto es que como la gallina nunca me había regalado nada antes, sentía que si no me hubiese salido ninguna pegatina habría estado más feliz que saliéndome dos: comparativamente todo habría seguido como siempre, con la tacaña gallina guardándose sus huevos para ella. Pero ahora que sabía que la gallina quería acumular buen karma y estaba regalando pegatinas, el hecho de que no tuviese cuatro pegatinas no se debía a su tacañería, sino a mi despiste, y al no conseguir cuatro de cuatro, la mejor opción, me sentía insatisfecho a pesar de tener dos pegatinas descuento.
Por suerte fui consciente relativamente rápido de todo esto que te cuento y pude ver el lado bueno de que te regalen un euro, acallando a ese inconformismo que me aseguraba que era un idiota por haber perdido otro.
Por supuesto esto de intentar estar satisfecho sin tener todas las pegatinas descuento se refiere a ser feliz con un cuerpo mejorable, un sueldo mejorable, unos padres e hijos mejorables, una casa mejorable, un carácter mejorable, una suerte mejorable, una salud mejorable…
PD: A fecha de hoy no he robado a ninguna gallina sus pegatinas descuento, pero para serte honesto no puedo prometer nada de cara al futuro.
Nada más fácil para vivir amargado que desvalorizar lo presente e idealizar lo ausente…
Con permiso del viento.