Humanos imperfectos

Seguramente a lo largo de tu vida hayas hecho cosas que al menos, a tus ojos, te parezcan horribles. No nos distraeremos con discusiones sobre la existencia o no de la maldad, para empezar porque no voy a dar lugar a ello al dar por zanjada la cuestión con la premisa superlativa del aprendizaje y la genética. Al no existir la maldad, ni la bondad, las personas no podemos protegernos en la simplicidad de las etiquetas: buenas y malas personas. Las personas gozamos de un valor intrínseco invariable, no así nuestros actos; por eso no necesito conocerte para afirmar que no eres mala persona, porque nadie lo es, pero no puedo consolarte en la ilusión de que ninguno de tus actos han contribuido al deterioro físico o psíquico de quienes los han recibido. Hay personas muy simples, aunque la mayoría sólo lo parecemos, y en una vida tan larga y completa no son de extrañar los errores. Quizás al usar la palabra error imprima una ligereza a los actos que no se merecen, pues afirmar que abusar de unos niños, maltratar a un animal o despreciar a la pareja es un error, es como ampararnos en la imperfección de los seres humanos para justificar cualquier comportamiento.
A lo mejor no has realizado ninguna de las conductas anteriormente señaladas, pero si haces el esfuerzo por recordar probablemente descubras algún acto del que te avergüences, en el que hayas abusado, humillado, ridiculizado o dañado. Quizás una infidelidad, algún abuso en tu etapa escolar o una mentira para desprestigiar a un compañero de trabajo. Está tan mal visto ser el malo de la película que resguardamos esa imagen de la conciencia, cayendo esos comprometidos recuerdos en el olvido del incesante oleaje en el que la corriente del siguiente pensamiento arrastra al anterior.

Ahora quieres escuchar que el pasado pasado está y que la única deuda que guardas es contigo mismo, pues no. Si quieres descansar en paz, descansar de verdad, si quieres disfrutar del día que tienes por delante has de buscar la forma de recomponer de alguna manera el daño causado. Sea como sea has de hacer algo. Si has perdido el contacto con la persona afectada y no puede beneficiarse de tu disculpa haz algo para ayudar a quienes se encuentren en situaciones parecidas. Intenta convencer a tus conocidos de evitar tener morbosas infidelidades que tienen un comienzo tan dulce como amargo es su final. Protege a un animal que intenta esconderse de unos chavales que quieren lapidarlo. Ayuda a un compañero en el trabajo olvidando por un momento la omnipresente competitividad de las empresas. No sé lo que has hecho, y por tanto no sé qué has de hacer. Lo que sé es que has de hacer algo si realmente quieres encontrar el equilibrio entre aceptarte con tus errores y recomponer lo destruido.
En nombre de todos los que han recibido el impacto de tus conductas, gracias, gracias de verdad por cambiar tus remordimientos por acciones.

Con permiso del viento.