Agua pura

Domesticar a la raza humana no es otra cosa que clorar el agua. En la actualidad no hay lugar civilizado donde no se clore el agua, lo que entre otras cosas permite matar unas cuantas bacterias traviesas a las que les encanta jugar atándonos a nuestros inodoros. Pero esas bacterias son parte del agua como lo son de la vida, no en vano tenemos miles de bacterias dentro de nuestro cuerpo, y eliminarlas es perder parte de la esencia de lo que somos, y de lo que necesitamos.

El cloro hace que el agua sepa bien y siente bien, ¿y no es eso lo que queremos todos? Los cloros son los padres, la cultura, los profesores, los amigos, la sociedad, la genética, todos ellos son cloros que os dan un sabor característico, pero al igual que el agua embotellada de una misma marca, compartir espacio y tiempo da a las personas un sabor muy parecido, algo anodino.

El agua potable tiene una ventaja, le sienta bien a todo el mundo, y una pega, le sienta bien a todo el mundo. Si una persona es potable ha tenido que perder parte de su identidad, es la única forma de gustar a todos. No se trata de dar el cante por darlo, esos también están embotellados en recipientes uniformes con su propia marca registrada: rebeldes, anti sistema, etc.

El agua pura posee una transparencia que goza de una neutralidad y nitidez ajena a prejuicios y leyes predeterminadas, pero cuando el cauce del río pasa por las ciudades inevitablemente ha de adaptarse: son demasiados afluentes en tan poco espacio como para creer que puedan convivir todos ellos en armonía sin ciertos cloros.

Mantener la autenticidad sin dejar de ser parte del océano… ahí tenéis un reto por el que vale la pena luchar.

Con permiso del viento.