La Tajadera

Os he estado observando esta semana y he comprobado que en general os cuesta bastante tomar decisiones, al menos os cuesta mucho para lo poco que en verdad os jugáis.

Uno de los errores que cometéis es que no dejáis de picotear, igual que hacéis con los colines y las patatas fritas, pero en las decisiones. Si tenéis que decidir cuánto tiempo antes hay que salir de casa para llegar al cine lo hacéis en distintos momentos temporales: pensáis en el problema unos segundos en el ascensor el día anterior, cinco minutos en la cama antes de dormir, tres segundo mientras alguien me habla…, y así vais picoteando sin resolver, como una comida que por falta de continuidad no alimenta, manteniendo las decisiones abiertas durante horas, días o incluso meses y años. Picotear para resolver un problema es como picotear panchitos, parece que te estás alimentando pero en verdad sólo estás guarreando.

La dificultad para tomar decisiones no se debe a las consecuencias reales por equivocarse, ya que casi siempre se trata de dediciones pequeñas que implican consecuencias pequeñas: perderías poco tiempo, poco dinero y obtendrías pocos reproches por fallar…Os fastidia el hecho de equivocaros al decidir por el simple hecho de equivocaros, más que por las pérdidas que se deriven del error, que sería lo lógico. Tomáis la decisión como un reflejo de vuestra valía: “si no soy capaz de decidir si debería ir en bus o en metro, ¿qué será de mi cuando tenga que decidir cosas más difíciles? Ahora está en juego perder cinco minutos o un euro, pero ¿y si me estuviese jugando cien mil euros?”. Lo gracioso del asunto, es que llegado el momento de la verdad, decides con mucho más aplomo ante mil euros que ante uno, proporcionalmente claro; Quiero decir, que a la decisión donde puedes perder mil euros le das siete vueltas, pero a la puedes perder un euro le das cuatro. Las cuentas nos salen. Te esfuerzas demasiado en cosas demasiado pequeñas.

Tajaderas: se dice de una plancha de hierro que se introduce en el cauce de la acequia para bloquear el paso del agua y distribuirla según las necesidades del riego.

En las decisiones pequeñas hay que usar tajaderas. Hay que encarar el problema de una sola vez, tomar una decisión, y dejarlo estar. Llegados a este punto es cuando aparece la cancioncilla que quiere hacerte levantar la tajadera: “¿La decisión que he tomado es la adecuada? ¿Seguro que lo es? ¿No habrá otra mejor? Mejor levanto la tajadera y dejo correr otra vez el agua, el curso del pensamiento”. ¡¡¡NOOOOO!!!, salvo que te quieras pasar la vida con la tajadera subida y el agua anegando tu capacidad de concentración; y no sólo hablo de que se merme tu concentración en el trabajo, sino también en los placeres de la vida. Las decisiones que tomamos en el día a día son cuantiosas, sino aprendemos a bajar las tajaderas tendremos la sensación de estar siempre evaluándonos, dudando, atenazados por el miedo a equivocarnos.

Esto que te pido se puede hacer, se trata de instaurar una disciplina como otra cualquiera. Al principio te costará, pero “oblígate” a tomar las pequeñas decisiones sin picotear, en una o dos aproximaciones, y después, no vuelvas a pensar en ello, no levantes la tajadera y arriésgate a fallar. Al fin y al cabo es mucho menos lo que perderás por equivocarte en estas pequeñas decisiones que todo lo que pierdes al seguir equivocándote con esta forma circular de enfocar las decisiones. Uno puede vivir perfectamente perdiendo veinte euros, llegando diez minutos tarde, recibiendo una pequeña crítica de un familiar o con un blusa que le queda más grade de lo que pensaba, pero vivir cuestionándose todo, dudando de todo, dando infinitas vueltas a todo…Qué paradoja que hagas todo lo que haces para evitar los errores y no te hayas dado cuenta que de largo, el mayor error que cometes, es intentar eliminar todos los errores.

Analiza la situación.
Sopesa ventajas e inconvenientes.
Acepta que hay zonas grises de información que nunca podrán ser conocidas del todo.
Decide.
Aplica tu decisión y,
Baja la tajadera.

No escuches tus quejas, no desistas, no caigas en trampas, sigue este proceso una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez, hasta que un día decidir será un hábito más como lo es caminar.

La vida es la suma de pequeñas cosas, pero cuídate que no se te vaya la vida decidiendo sobre esas pequeñas cosas.

Con permiso del viento.