Mens sana in corpore sano

Al deporte le pasa como a los libros, no van a salvarte la vida, pero es mucho lo que dan para lo poco que cuesta. Seguro que si los libros pudiésemos hacer deporte seríamos menos gruñones. Este miércoles lo dedicaremos a ese pequeño amigo que nos da mucho más de lo que se cobra, el ejercicio físico:

Si ya haces deporte enhorabuena, no necesitas que te hable de sus inestimables beneficios físicos y psíquicos. El ejercicio no lo es todo, pero es una parte importante. Los que hacen deporte también enferman y se deprimen, aunque menos que la media, y mucho menos de lo que lo harían si no hiciesen deporte. Esto es válido para todos aquellos que no hacen del deporte el epicentro de su autoestima, convirtiéndolo en una obsesión que hace que todo acabe girando en torno a él. Que el agua sea vital para los humanos no hace que todas las conversaciones y reuniones giren en torno a ella. Tampoco es deseable un deporte comparativo, en el que no dejes de mirar si el de al lado corre más que tú o la anciana aguanta más nadando. Sí creo en el deporte competitivo, entendido éste como una superación personal, no una rivalidad por ver quién es mejor. También recomendable es el deporte conformista, aquel cuyo único propósito es la diversión y el esparcimiento. El deporte en solitario es ideal para estar contigo mismo y el de grupo mantiene vivas tus relaciones sociales. Tan aconsejable es que lo hagas el día que no te apetece como ser flexible y aplazarlo a otro momento. Si haces siempre el mismo tendrás la satisfacción de alcanzar retos sólo al alcance de la perseverancia, si haces distintos disfrutarás de los grandes avances que se producen en los inicios. El deporte entendido en estos términos es una maravilla. Te ayuda a desconectar de la cotidianidad, a descargar tensiones, a convivir y crear nuevos lazos sociales, rejuvenece por dentro y por fuera, apuntala tu autoestima y fortalece tu sistema inmunológico.

Si no estás acostumbrado a hacer deporte y lo haces hoy, tu satisfacción será proporcional a las agujetas de mañana. Dedica dos o tres días a la semana a hacer algo de ejercicio, y en un par de meses tendrás los beneficios del deporte sin los inconvenientes de la pereza y las agujetas.
El único problema del deporte es que como todas las cosas buenas, cuando las pruebas ya no quieres soltarlas. Hay quién se alarma ante esta dependencia, pero no es diferente a la que mostramos por las vacaciones, la comida, el sexo, el ocio, la buena compañía o el cariño; todo depende de la mesura y de no permitir que en él recaiga todo el peso de tu felicidad.
No tienes que presentarte a las próximas olimpiadas, empieza por hacer unas flexiones antes de desayunar, dar un paseo a buen ritmo antes o después de trabajar o hacer unas cuclillas en el primer escondite que encuentres.

Míralo así: un litro de sudor haciendo deporte equivale a cinco visitas menos al médico y diez menos con tu terapeuta.

Con permiso del viento.