Virus sin corona

No me ha sido fácil decantarme por el tipo de texto que quería escribir esta semana. El asunto estaba claro, pero he dudado con el enfoque. He visto cosas que me han arrojado hacia un escrito casi violento sobre la debilidad psicológica de la sociedad española del siglo XXI (ya llegará el día que lo publique), y al día siguiente, el apocalipsis dejaba poco lugar a bromas y disertaciones sociales. Supongo que son muchos los que, como yo, se han montando en esta montaña rusa emocional en los últimos días. Por eso, quiero centrarme en la importancia de la moderación.

Pocas cosas hay más difíciles que ser moderado. ¡Qué tentador dejarse llevar por el flujo que brota con fuerza de nuestro cerebro reptiliano asegurándonos que nuestra idea es la correcta y los demás, son gilipollas!
Ahora ese mismo cerebro primitivo nos lleva a posturas extremistas como llenar carros con rollos de papel higiénico, o darnos la mano con nuestros seres queridos como si echásemos un pulso a todo virus que vaya de sobrado llevando corona o cetro.
Cuando vea a un amigo, desde hoy, no le abrazaré. Me ha llevado mucho esfuerzo llegar a esta decisión, tengo muy automatizado el afecto mediterráneo. Me encanta como somos. Me encantan los italianos. Si me doy un abrazo con un amigo, quizás me contagie y el virus se me meta por el culo con su corona y su cetro incluido. Por mi edad y circunstancias muy probablemente no moriré, pero quizás me agarre bien e ingrese. Entonces, un médico, ante la limitación de recursos, igual tiene que decidir a quién entuba, si a mí, un hombre de 42 años, o a ese otro de 80 años. Me elegirá a mí.
No estoy dispuesto a que por no esperar un mes para abrazarme con mi amigo, dar la posibilidad, aunque sea mínima, de que ese hombre muera. Igual me contagio igualmente y ese hombre tiene que morir para que yo viva, pero no será por algo que yo sepa que puedo evitar. Lo mismo digo si llega al hospital un chaval infartado. No quiero quitar tiempo a los médicos porque he sido un capullo.
No me protejo por mí, me protejo por ti. Es el momento de demostrar que somos dignos de llevar a nuestras espaldas una de las cosas más bonitas y poderosas que ha dado el universo: La Humanidad.
Por ti, querido desconocido, estaré encantado de estar unas semanas obedeciendo ciegamente a los científicos.

Por cierto, ningún médico ha hablado de apocalipsis. Dejemos de comportarnos como críos. Moderación. No es una cuestión política ni ideológica, ha llegado el momento de la verdad. Los extremismos son una mierda que no sirven más que para creer que la corona la llevamos nosotros. Aún no nos han prohibido que salgamos a pasear. Seamos moderados y respiremos aire fresco. Si mandan a casa a estudiantes y niños, seamos moderados y no lo tomemos como unas malditas vacaciones para que unos se pasen el canuto en el parque, mientras los otros juegan en los hacinados toboganes llenos de pasamanos.
Si somos moderados hoy, quizás evitemos tener que sufrir medidas radicales mañana. Igual estás pensando que ya es tarde. No, nunca es tarde para ser moderado, lo que sucede es que sus recompensas no llegan de la noche a la mañana. Un aspecto psicológico clave ante las crisis es centrarse en hacerlo bien hoy, sin recriminarse el pasado ni dejarse aplastar por el futuro. Fuera obsesiones, fuera reproches. No hay tiempo para eso. No hay tiempo para quejas y miedos. Hay que actuar. No conozco ninguna especie tan tonta como nosotros, no existe animal con nuestra inteligencia, determinación y adaptación.

Muy brevemente. Recordar que estos virus tocan más las narices a aquellos sistemas inmunológicos cascados. Cuida tu vida emocional. No es la solución, no puede serlo, pero pude formar parte de la solución. El auto cuidado es un humilde soldado que va a luchar al bando de los buenos. Así que, ríe, chatea con tus amigos, ten sexo contigo mismo y/o con otros, come rico, lee, mata unos cuantos marcianos en la Play, ponte al día de los cotilleos de Gran Hermano, llama a algún familiar que tengas abandonado, haz deporte y, sé psicológicamente moderado. El extremismo da ansiedad y mala hostia, la moderación, felicidad. La felicidad cerrará el agujero de tu culo y, aunque no puede evitar que el virus se te meta, al menos le pondrá el camino más estrecho. Mima tus emociones e igual así consigues que la corona se quede fuera de tu cuerpo, dejándole en un simple virus.

Reverso.