No estás solo

Qué llevadera parece la vida cuando me siento en un banco a contemplarla. Parece que todos esos seres que la habitan poseen un mapa oculto que no necesitan seguir, porque ya vienen diseñados de serie para que el camino se vaya haciendo por arte de magia bajo sus pies. Sabes de lo que te hablo, con seguridad lo sabes. No somos tan distintos, que es una forma de decir que somos muy parecidos.
Te paras en medio de la vorágine del existir, y contemplas con asombro como las personas se mueven por la vida con la misma naturalidad que una gaviota surfea un cielo menos azul que el del mar que la enmarca. Y al ver correr a los demás con tanta soltura dónde tú no dejas de tropezarte, te preguntas: “¡Pero qué demonios pasa conmigo! ¿Por qué a veces me cuesta tanto vivir? ¿Soy el único que lleva los cordones desatados y avanza a trompicones sin tener la certeza de dónde acabará? ¡Qué sólo me siento vagando por esta senda tan estrecha cuando los demás trotan por amplias pistas asfaltadas!”.

El 90% de las personas que acuden a mi consulta, si le preguntásemos a su entorno, se sorprendería de que estuviesen haciendo una terapia; y se sorprenderían, porque a ojos de todos ellos son personas felices y adaptadas. De hecho, la mayoría pensará que bastante más cuerdas que ellos mismos. A menudo, estas personas con las que trabajo me dicen: “Esto que me pasa no es muy normal, seguro que a la gente le funciona mejor la cabeza”. Lo gracioso, es que eso lo dicen del tipo de personas que sin que ellos lo sepan entran después en mi consulta, que a su vez se sienten mucho más perdidas que aquel con el que se han cruzado en el ascensor y acaba de salir de consulta.

Por otro lado, las personas que conozco fuera de mi trabajo y que hasta dónde yo sé no están haciendo una terapia, fuman, beben y se drogan; se quejan constantemente de su trabajo o trabajan tanto que son los demás los que se quejan de no verles el pelo; protestan por todo aunque apenas tienen nada digno de recibir una queja; tienen matrimonios que en el mejor de los casos la fuerza de su amor no consigue tapar una musculatura que languidece mordazmente en la atonía del día a día; la ansiedad les quita el sueño, y las uñas, y la capacidad para relajarse o dejar la mente en blanco. ¡Quién lo diría con lo felices que salimos todos en Facebook, en las fotografías colgadas en nuestras casas, lo risueños que somos en las bodas! Ya sé que Nacho parece moverse por las relaciones sociales con la misma naturalidad que respira, Carmen y Pedro tienen una relación de pareja tan tierna que hasta a los yihadistas les hace temblar el pulso cuando degollan a sus rehenes, Lucía saca su trabajo adelante sin despeinarse, Pablo es el emperador de la sexualidad y no conoce merma alguna en los confines de su imperio, y Carlos siempre está de buen ánimo y ni la muerte de su hijo podría derrumbarle. Qué me dices de Sara, todo fuerza, no le tiene miedo ni a los aviones, las serpientes o las cucarachas. ¡Ay Enrique!, con su aura de jefe de estado espiritual, siempre tan relajado, en paz. La ansiedad es una palabra que no tiene cabida en su dulce vocabulario. ¿Cómo consigue Lucas no escupir espuma por la boca? Ni cuando le mienten, dañan o traicionan consigue audiencia la agresividad. ¡Y la familia de María! Se quieren tanto entre todos ellos, hablan con la espontaneidad que lo hacen dos amigos, no hay secretos ni rivalidades en esa postal navideña.
No voy a decir que les pase como a los cadáveres de los tanatorios, que les pintan para estar lindos por fuera cuando por dentro están podridos, pero si hay algo de lo que no puedes fiarte es de las apariencias. Y no sólo porque ahora se presume más de ser feliz que de tener un cochazo o una casa grande, sino porque bastante fastidiado estás como para un rato libre que tienes andar lloriqueando: “—¿Qué tal va todo Luís? –Todo bien, gracias. ¿Y tú, Ana? —Todo en orden”. Bastante duro es aguantar a mi pareja, mi jefe y yo misma; mejor distraerse y disfrutar, piensa. Y cómo eso lo hacemos muchos, muchas veces, parece que a todo el mundo le va de maravilla.

Te sientas en el sofá y ante ti, en dos televisores, se proyectan estas dos imágenes. Por un lado Messi haciendo filigranas con un balón con la facilidad que tú te sacas un moco, y en la otra pantalla, la humanidad como una masa feliz que discurre en volandas por la existencia. Pero al igual que Messi es un genio porque hace parecer fácil lo que es dificilísimo, las personas normales están llenas de dudas, de miedos, de decisiones que toman cruzando los dedos confiando en acertar.
No, no estás solo, a todos nos cuesta un riñón sacar adelante esto que nos han puesto entre las manos que llaman vida. No podemos negar que unos viven mejor que otros, pero nadie vive bien mucho tiempo sin sudar la gota gorda; y con todo, y a pesar de los esfuerzos, a veces no queda más remedio que arrastrar los pies algo magullado.

No uses mis palabras para caer en el conformismo o la resignación, nada más lejos de mi propósito. Pretendo que te sientas menos solo y menos tonto, para que sigas atizándole con todas tus fuerzas a esta empresa que tan grande nos queda a todos, como divertida es.

Con permiso del viento.