Día 0

Permíteme que me presente. Soy un libro y nací en Mayo, un mes que goza de la misma popularidad entre los suyos que los sábados entre los días, y el proceso de gestación duró casi tres años. Mi padre me puso el nombre de “CON PERMISO DEL VIENTO”, y mientras que otros progenitores desean que sus hijos sean futbolistas o médicos, el mío me concibió para ayudar en lo posible a las personas a tener un buen día. Mi nombre ya lo sabes, y ahora mi apellido también: “Déjame ayudarte a tener un buen día”. No tengo madre, porque mi padre dice que las editoriales son muy difíciles de contentar y siempre andan metiéndose en todo: que si cómo hay que peinar al crío, qué debe comer, a qué dios debe rezar… Así que a diferencia de sus tres hijos anteriores, a mí me ha puesto el precio, el nombre y la ropa que le ha venido en gana. Hasta aquí no tengo nada que reprocharle, pero qué duda cabe que no hay nadie como una madre para organizar una familia y claro, tenemos montado en casa un pifostio de muy señor mío.

De un tiempo a esta parte le veo raro, errático, porque no sabe qué hacer conmigo. Lo peor es que como no me concibió por el método tradicional lo hizo mediante fecundación in vitro, y tengo 499 hermanos gemelos. Esto es una alegría, pero también una responsabilidad. ¡Qué iban a pensar en el vecindario de un hombre que tenía en su casa tantos hijos ni ni, sin oficio ni beneficio!

Los padres que deciden criar libros sin madre, y que desean que sus hijos conozcan mundo y el mundo les conozca a ellos, buscan apoyo en otros familiares: tio Linkedin, abuela Facebook, hermano Twitter…Excentricidades de escritor, pero ya sea por pereza, principios, inseguridades u orgullo, mi padre se negó desde el principio a tirar de familiares. Esto es un dilema, porque no quiere abrir la única puerta por la que puede salir al mundo un huérfano de madre, pero le entristece mi anonimato. Un día ocurrió la fatalidad. Estaba aburrido en la estantería pensando en mis cosas cuando le vi sentarse delante del ordenador. No lo dijo en alto por temor a herir mis sentimientos si le escuchaba, pero no me hizo falta oírle para comprender que la ilusión había desterrado la pena y la indecisión. Por la fuerza y rapidez con la que golpeaba el teclado no había ninguna duda que estaba engendrando su quinto hijo; y sólo era cuestión de tiempo que cayese en el olvido.

No tengo nada que censurarle, pero yo aún tengo muchas cosas que contar como para aceptar que mi vida acabe aquí. Estoy seguro que me apoyaría en mi aventura de ayudar a las personas, pero conociéndole no va a aprobar que lo haga a través de las redes sociales. Por eso he decidido no decirle nada y actuar por mi cuenta y riesgo.

Aprovechando que se ha ido a dormir y ha dejado su ordenador libre, me he abierto una cuenta de Twitter a su nombre y creado una página web. Luego he cogido su agenda y he contactado contigo. Así es como ha empezado todo. Aún no sé cómo acabará.

Un día a la semana, normalmente los miércoles, publicaré un texto al cual podrás acceder desde la cita que escriba en Twitter (@rafaromerorico), o yendo directamente a la web (www.rafaelromerorico.com). A veces, estos textos serán capítulos que papá y yo escribimos durante el tiempo que compartimos pensando en cómo ayudarte, pero llegados a este punto, en el que he dejado el papel para dar el salto a la vida, no quiero aportarte sólo lo que viene escrito en mi ADN (libro), y compartiré contigo todo lo que vaya descubriendo de vosotros y crea que puede serte de ayuda.

En unos días tendrás noticias mías, hasta entonces, te deseo que tengas un buen día.

Hasta pronto,

Con permiso del viento.