Somos polidependientes

Hay cosas que es mejor aceptar y regular, que negar y perpetuar:

Antes de nacer somos dependientes del cordón umbilical para alimentarnos, y de niños lo somos de los padres que nos protegen y dan afecto. Somos dependientes de la amistad, encontrando en ella consuelo y entretenimiento teñido de libertad, una combinación ésta realmente difícil de encontrar. Dependemos de los deportes que hacemos, a los que debemos nuestra salud y no arrebatársela a los demás del mal humor que tendríamos si no los hiciésemos. Dependemos de la televisión, los ordenadores y nuestros móviles, aparatos fríos que cada vez son más humanos a costa quién sabe de acabar siendo nosotros más máquinas. Dependemos del amor de la pareja, quién nos acompaña cuando padres y amigos no pueden cubrir nuestras necesidades, y cómo no dependemos de los hijos que llevan el sentido de la vida a su cota más elevada. Dependemos de psicólogos, políticos y religiones que nos guíen ahora que Dios tiene menos seguidores en Twiter que los participantes de Supervivientes. Dependemos de la lectura y la música para viajar cuando la falta de tiempo y dinero no permite que nuestros cuerpos se muevan. Dependemos del alcohol que todavía hoy nos permite automedicarnos sin sentirnos unos enfermos, y de los viajes que meten aire fresco en una vida viciada por las rutinas.

Es absurdo negarlo, somos seres dependientes. Probablemente no esté en nuestra mano no serlo, no es esa la lucha que debemos librar, ser o no ser; sino en qué serlo y en qué medida. Mis palabras pueden llevar a alguien a justificar algunas dependencias perjudiciales, pero sólo será a aquellos que no sepan leer o no quieran recordar lo que no les interesa. Lo repetiré para los duros de oído. Quizás no puedas elegir no ser dependiente, pero si a qué serlo y cuánto. Porque no es lo mismo estar enganchado a Juego de Tronos que meterse un tiro de coca todos los días, como no es lo mismo estar enganchado a algo que te da más ilusión que sueño y tiempo te quita, que a aquello que por mucho que no queramos verlo, a largo plazo, nos quita mucho más de lo que nos da.

Hay soluciones mejores, pero de momento, si eres dependiente de algo nocivo ya sea por el tipo de dependencia o por el exceso de ella, sustitúyelo por una dependencia más saludable. El catálogo en la actualidad de dependencias aceptadas es inabarcable. Sería absurdo engancharse a los canutos o a una pareja hostil pudiendo hacerlo a la capoira, la recolección de setas o el salto en paracaídas.

Con permiso del viento.