Fuego y agua

Me he topado con una noticia, casi de refilón, que me gustaría que se le diese más protagonismo del que se le ha dado. Un diputado de Podemos ha piropeado a uno del PP aprovechando que éste último dejaba el Congreso. Un hombre de unos treinta años, con rastas y moño, camiseta y vaqueros, diciéndole a otro hombre de unos sesenta años, con traje y corbata, barba cuidada y de una ideología política diametralmente opuesta a la suya, que era una buena persona. Y por si fuera poco, también ha querido recordarle que se le echará de menos.
Si tiramos de etiquetas, el joven igual iba puesto de MDMA del último festival y el viejo aún tenía vino en las venas de la celebración del venado que cazó en su última montería, o podemos dinamitar los clichés y disfrutar sin más de la elegancia de estos nobles caballeros. El mérito incuestionable es de quién piropea, pero cuidado, que alguno es tan tonto de poner pegas a un halago si viene de quién cree no debe de venir; no fue éste el caso. El piropo salió con una elegancia extraordinaria, y fue recogido como un clavel entre los dientes.
Aunque son temas importantes que debemos solucionar y que hacen bien en recordarnos, me cansa y aburre a partes iguales la saturación de malas noticias que nos cuentan. En cambio, he visto este vídeo diez veces y no me canso. Creo que podría verlo encantado cien veces más.

He decidido una cosa. Cuando la desgracia que me presenten frente a mis ojos no aporte nada nuevo, mi cupo diario de visualizaciones de lamentaciones y argumentos sobre lo horrible que es el ser humano lo cierro en tres noticias. A partir de ahí, me pondré el vídeo donde el “agua” dice con toda sinceridad y humanidad al “fuego”: “¡Me gustas!”. Y el “fuego”, con la mano en el pecho y la emoción contenida, le responde al “agua” con la mirada: “¡Gracias! Gracias de todo corazón”.

Me quedo con lo bueno que pueden el agua y el fuego hacer juntos, no con lo que pueden devastar por separado.

El rumor del olvido.