Insomnio hipotecario.

Mi padre literario lleva unos días durmiendo mal. Parece ser que tiene que ver con una hipoteca que va a firmar por los próximos treinta años con el Banco.
¿Qué hay de malo en dormir mal una temporadita? Hipotecas, trabajo, infidelidades, decepción con amigos, guerras y hambrunas, envejecer, hijos adolescentes, hijos buscados que no llegan e hijos disfrutados que se van, aburrimiento, la convivencia con la pareja o la soledad, físico desagradecido, mil y un retos a los que plantar cara durante una vida…, y queréis dormir como un niño que sólo quiere ver la televisión, jugar y reírse con sus seres queridos.

La falta de humildad, eso es lo que os quita el sueño. Queréis reducir el tiempo que duran los duelos, y los dolores físicos, y todo aquello que os molesta, y cuando un problema osa entrar en vuestra alcoba a las tres de la madrugada y despertaros os indignáis: “¡Tengo que dormir siete horas!”. Se establece como una lucha de poder, en la que aceptar que durante unos días los miedos y la ansiedad ganen por la manga a vuestro sosiego es una derrota no sólo inaceptable, sino potencialmente peligrosa.
Habéis inventado el alcohol, el paracetamol y los psicofármacos precisamente para evitar estas vergonzosas muestras de superioridad de la naturaleza sobre los humanos, “¡Cómo puede ser que no consiga dormirme en el exacto momento que lo ordeno!”. Hasta la fibra óptica forma parte de este sistema, yendo todo tan rápido, tan fácil y accesible. Y los teléfonos, que me permiten contactar con quién quiero en el momento que quiero. “¿Cómo no voy a ser capaz de conseguir algo tan sencillo, tan natural, tan mío, como es decidir cuándo dormirme? ¿Seguro que hay una App para dormir y soy el único pardillo que aún no se la ha descargado?”.

El inconformismo es el caballo de tiro de la evolución, pero por muy rápido que vaya éste si no se respetan los tiempos que necesitan los humanos conducirá al conflicto. Queremos tener sistemas estancos impermeables a todo cuánto nos rodea, dormir como niños aunque tengamos vidas de adultos, reír sin llorar, gozar sin esperar, coger sin dar, y cuando no lo logramos pataleamos y nos asustamos. Las derrotas no vienen por no luchar, sino por no saber discernir cuándo toca luchar, y cuándo dejarlo estar.

Al insomnio se le vence con calma y humildad, y se le alimenta con rabia y soberbia.

Con permiso del viento.