El efecto ventana

Hay novedades para los miércoles. El otro día mi padre cogió un ejemplar de Con permiso del viento y lo llevó a su despacho, por lo que a partir de ahora a veces os contaré los cotilleos de los que me vaya enterando.
Hoy por ejemplo voy a hablaros de un hombre con cierta adicción al porno en internet y las prostitutas de lujo que tiene problemas para eyacular en las relaciones sexuales con coito. No será sobre estos atractivos asuntos sobre los que tratemos hoy, para pena del lector, sino sobre las ventanas.

A pesar de que esta persona ha iniciado hace algo más de un año una relación de pareja, sólo ha conseguido disminuir estas conductas, no erradicarlas. Hasta hace un mes. Hace un mes murió una perrita a la que tenía mucho cariño. Entre el duelo, que está más sensiblón y da más importancia a las relaciones humanas y al afecto, y por qué no, ese velo de tristeza indefinida que suele acompañar a los cambios de estaciones, hoy ha aparecido en la consulta con sotana. Más allá de la piadosa exageración, ha hecho un alegato sobre el sexo bastante distinto al que siempre ha mantenido, ha desprestigiado con generosidad los cuerpos perfectos de las profesionales de lo carnal, y ha manifestado un libido bastante bajo. La lectura que este hombre ha hecho de estos cambios ha sido favorable, y hace bien, pero no está teniendo en cuenta el efecto ventana.

La ventana está abierta, no la está manteniendo abierta. La muerte de su perrilla ha abierto una ventana a través de la cuál entra una luz que le permite ver con una nitidez hasta ahora vetada. Esas frases que le decían, que él mismo se decía y tan sensatas le parecían pero no eran capaces de provocar cambios en él, ahora, a través de esa ventana, se muestran como una revelación. El problema de este episodio de bonanza es que podemos desestimar la fuerza del enemigo, albergando unas expectativas demasiado amables respecto al futuro. Cuando la ventana está abierta los cambios que se puedan producir mientras dura esta abertura son gratis, llegan solos, no tienes que hacer nada para que se produzcan. Los duelos siguen un proceso, y si el curso es el adecuado, la ventana acaba por cerrarse. Un año después de salir de una operación grave ya vuelve a cabrearte que te hayan rayado el coche, porque cuando la ventana está cerrada la única luz que entra en ti es la que tú generas, la que nace de tu personalidad. Las personas no cambiamos nuestra forma de ser de la noche a la mañana, y por dar referencias, un año, en estos asuntos, es de la noche a la mañana. Lo que este hombre si puede hacer, es poner una cuña en el marco para que la ventana no llegue a cerrarse del todo. Si esta persona es una gruñona, cuando vea el coche rayado, su primera reacción será gruñir; pero si recuerda lo que la ventana le enseñó cuando estuvo abierta, y hace el esfuerzo activo de traerlo a su presente, por seguro podrá dejar de gruñir. Las ventanas, cuando las abre el viento, son regalos, mantenerlas abiertas es nuestra responsabilidad. Qué duda cabe, que si hacemos el esfuerzo de mantener una rendija de la ventana abierta muchos años, llegará el momento que cuando nos rayen el coche casi de forma automática no gruñiremos.

Las ventanas abiertas son oportunidades que te da la vida gestionadas por el azar tan bienaventuradas como perecederas, nada ni nadie mantendrá la ventana abierta por ti.

Con permiso del viento.