Fumar es malo, pero también lo es la sal, el sol a las dos de la tarde en verano, las grasas, ir a ciento treinta kilómetros por hora por la autopista, el alcohol, … No soy partidario de aniquilar de tu currículo los vicios, pero has de ser lo suficientemente inteligente y comedido para poder mantener esos vicios por muchos años. Las personas tenemos un cupo para gastar con cada vicio, y no todos los cupos tienen el mismo saldo. Así, una persona que nace con predisposición genética al cáncer de pulmón posee un cupo de cigarros más reducido que el que no. Además, los cupos son canjeables, como los cromos de los niños, de manera que el uso que haga esa persona de sus cupos del estrés, deporte, alcohol, grasas…, influirá directa e indirectamente en el cupo del tabaco.
Sería una pena no tener vicios cuando tu cuerpo viene de serie con cupos para ello, pero has de tener presente que esos cupos son limitados. Tienes un cupo de setenta y tres kilos de sal, adminístralo como desees. Si te pasas con la sal durante cincuenta años, lo que te reste no podrás ni probarla. Si por el contrario eres comedido, podrás disfrutar de ella toda tu vida.
Lo sé. “¿Y si me administro mi cupo para ochenta años y muero en un accidente de coche a los treinta? ¿Cómo puedo saber exactamente de cuánto cupo dispongo? Porque no es lo mismo que sea de veinte, setenta o ciento cincuenta”. No puedes saberlo, ni lo uno, ni lo otro. Esa es la gracia del Póker, de la vida, tienes que realizar tu apuesta sin conocer todas tus cartas.
Nos encanta ponernos fechas límites para dejar los vicios: “cuando tenga un niño, cuando me cambie de casa, la próxima Nochevieja o el siguiente cumpleaños, cuando mi padre salga de la UVI…”. Todos dulces y maternales aplazamientos. No necesitas que te recuerde que es imposible huir de las decisiones, podemos mirar hacia otro lado, pero a fin de cuentas toda decisión nace y muere en ti. No decidir es decidir no decidir. De este embrollo no hay quién te salve, para qué aplazarlo más. El problema de los vicios es cuando éstos nos gobiernan a nosotros y no al revés. Si sientes que ya has perdido el control o empiezas a perderlo, acepta que ya no eres tú quién habla ni quién escucha, es el vicio. Llegados a este punto no le des más vueltas: o consigues arrebatarle al vicio el protagonismo que ha adquirido pasándole a un tercer o cuarto plano o si no acepta, lo más habitual, lo eliminas de tu vida.
Mira a tu alrededor. Conoces decenas de personas que han abandonado vicios que nunca pensaste que podrían abandonar, y no todas esas personas son el vivo reflejo de la inteligencia, la constancia y el equilibrio emocional. Son tantas las personas que han caído en el vicio que el proceso de abandonarlo es archiconocido: es llevadero los primeros días, se pasa mal durante unas semanas, regular unos meses y al cabo de los años sólo te acuerdas en contadas ocasiones.
¿No crees que sería un desperdicio enredarte en un solo vicio con todos los que hay?
No debo gastar mucho tiempo en un vicio o quién sabe si me quedará para los demás
Que los vicios interfieran en mi vida es lo esperable; sino no serían vicios.
Lo que me preocupa es que la vida no interfiera en ellos.
Mi vicio es la vida…
Tendré que dosificarla para no embriagarme.
Con permiso del viento.