El mando a distancia

MANUAL PARA SOBREVIVIR EMOCIONALMENTE A UNA PANDEMIA.

Capítulo 1: El mando a distancia.

Llevo un tiempo diciendo que quiero irme dos años a vivir a Menorca. También me vale un balneario en Marte. ¿Porque dos años? Parece que va a ser el tiempo que nos lleve volver a la vida de antes con garantías.

Estoy hasta el gorro de la dichosa pandemia y eso qué hasta la fecha, no me ha tocado ni el trabajo ni la salud.

Anhelo la libertad.

Anhelo la libertad de no saber qué hacer con la libertad.

La libertad de desperdiciar mi tiempo.

La libertad de poder ir a cualquier lado para quizás no moverme del sitio dónde estoy.

La libertad del aire en mi rostro.

La libertad para morir de las mil y una maneras que hay de palmar, no de la única que ahora parece posible hacerlo.

Quiero ser libre de tocar a la gente, aunque luego no vaya ni a rozarla porque me cae mal.

Deseo poseer la libertad para cambiar de cadena y encontrar sucesos distintos en el telediario, para cuando me canse del bombo que dan a la violencia de género, poder regodearme en los yihadistas, no que todas las desgracias queden reducidas al mismo virus paria.

A falta de que me hayan robado la cartera y la salud, estoy hasta el gorro de ir perdiendo libertades día tras día, renunciando a lo que el día anterior me parecía imposible de renunciar.

Por todo esto, hay momentos que deseo con todo mi alma irme dos años a Marte hasta que pase el vendaval.

Esta tarde, al despedirme de mi hijo para irme a trabajar, mi pequeño trozo de cielo ha canturreado con su preciosa vocecilla de seis años: “Adiós, papi”.

No, no puedo desear que con un chasquido de mis dedos pasen dos años.

No quiero plantarme mañana al abrir los ojos dos años por delante, porque no solo habremos jodido a este virus, el tiempo se habrá restregado por la piel de nuestros seres queridos durante setecientos treinta días. Y todos sabemos, que la fricción desgasta primero, para extinguir después.

Si esto es lo que nos toca vivir, vivámoslo. Una putada, qué duda cabe, pero no debemos permitir que este condenado bichejo de tres al cuarto nos lleve a desear deshacernos de 730 kilos de oro.

Cada día es un kilo de oro, porque el tiempo, es tan valioso como la libertad.

Y con todo, sigo teniendo el impulso de lanzarme al mando a distancia del tiempo y acelerar el calendario hasta la primavera del 2022. Esta, será otra de las tantas luchas que nos ha tocado librar, aunque en este caso, contra nosotros mismos. Has de buscar el balance entre disfrutar del presente, y anhelar un futuro.

Si quieres sobrevivir emocionalmente a esta pandemia, no puedes darle el poder de aplazar tu felicidad a cuando ya no esté.

Rafael Romero Rico