Acabo de leer en El Mundo, que la vida en la Tierra va mejor de lo que nos pensamos. De eso habla Factfulness, el libro póstumo que se publica esta semana de Hans Rosling. Es algo que muchos sabemos, pero es una gozada cuando alguien te aporta datos estadístico y empíricos para confirmarlo. Menos muertes, menos desigualdad entre géneros, más escolarización, más vacunados, más esperanza de vida, menos dolor, etc, etc, y más y más etc, etc.
Nuestro amigo Hans Rosling dedicó su vida a convencernos de que habitamos si no un mundo perfecto, ni siquiera bueno, sí mejor que antes.
Si sigues leyendo la entrevista te encontrarás con algo chocante, y es como él mismo fue víctima de alguna forma de aquello contra lo que luchaba. Trascribo parte de lo que dice su nuera y colaboradora: “No hubiera podido morir satisfecho, pasara lo que pasara. Él siempre quería más. Es muy triste que no pudiera ver cómo el libro ha llegado a tanta gente, eso le hubiera hecho muy feliz. No se habría quedado contento pensando que era suficiente, él no era así…”.
Querido Rosling, tenías la respuesta bajo la solapa de tu abrigo. Las exigencias se elevan proporcionales al ascenso de nuestra calidad de vida. No es tanto que no sepamos lo bien que vivimos, es que queremos vivir mejor.
Si la esperanza de vida fuera de 100 años, querríamos que fuese de 120; y si se reduce un 50% las muertes por catástrofes naturales, querremos que sean un 60% menos. Raza aria, raza víctima del más.
Ese es el don que nos permite mirar por encima del hombro al resto de las especies, un incombustible inconformismo que impulsa nuestra evolución desde que inventamos la rueda hasta la manipulación genética de los fetos. Su lado despiadado, una ambición que no conoce límites, inagotable, insaciable, enamorada de lo que falta no de lo que tiene. Un tumor cerebral que nos hace olvidar los mil pasos dados para obcecarnos con el que aún queda por dar. Por lo que nos cuentan, un cáncer que tú también padeciste.
Dadas así las cosas, podemos no aumentar nuestra calidad de vida para que tampoco lo hagan nuestras exigencias respecto a lo que necesitamos para ser felices, o lo que es mejor, seguir progresando sin olvidar de dónde venimos, disfrutando del meritorio y no menos sorprendente hecho de encontrarnos donde estamos. Una vez más, se impone la necesidad de mirar atrás si uno quiere avanzar con garantías hacia delante.
No te hables más de lo que te falta que de lo que tienes. En caso contrario, siempre serás pobre.
El rumor del olvido.