¡Aupa esas vacaciones!

Han pasado doce meses. Entre medias ha habido otras vacaciones como las Navidades o la Semana Santa. No como las del verano. Algunas vivencias se arrastran desde la infancia, supongo porque intuyes que serán de las pocas cosas que te mantendrán a flote en la madurez, no digamos ya en la vejez. Las vacaciones de verano. Es pronunciarlo y los cielos limpios y cálidos inundan la mente. ¡Vacaciones! Los lápices caen sobre los pupitres, las despedidas dejan tras de sí el patio que fue guarida de juegos y confidencias. Aunque del niño que eras quede poco más que la mirada, estas vacaciones, son especiales. Siempre lo serán.

Quizás durante este último año has consumido más alcohol, tabaco y demás drogas de lo saludable, has engañado a tu pareja y perdido el control con tus hijos o padres. Has ganduleado en el trabajo, comido sin mesura y agarrado con saña tus defectos a ver si a base de codearte con ellos acababan pareciendo virtudes. Has asumido riesgos innecesarios y te has mostrado innecesariamente cobarde; has errado dónde de antemano sabias no podías acertar, y la vanidad con la que has arropado tus aciertos los han convertido en errores. Incongruencias, reproches, miedos y patéticas proyecciones que durante todo un año te han mantenido más ocupado en criticar cuánto te rodea que en abarcar la pequeña nariz que tienes en frente. Y con todo, te mereces disfrutar a manos abiertas de estas vacaciones.
Ha sido un año duro. Lleno de cavilaciones. ¡Qué se podía esperar! Unos han hecho mejor curso que otros, pero en esta escuela todos se merecen sus vacaciones de verano; porque aquí no existe esa inocente línea que delimita el aprobado del suspenso. Hay vidas más o menos disfrutadas, pero no hay vidas con mejores notas que otras. No hay forma de medir una vida.
¡Son las vacaciones de verano! Y lo son para todos.

Hará más calor de lo deseable. Algún miembro de tu familia política roncará dormido y no callará despierto. La pareja, ese ente que durante el año sacrifica su piel para dar forma a la familia, reclama con torpeza el lugar que le corresponde sin saber muy bien cómo se hacía aquello de ser novios y pasar tanto tiempo juntitos. Tus hijos y tus padres te agotaran, por motivos no muy distintos. Playas, montañas y restaurantes estarán masificados. Después de un año llevando el cerebro a ebullición te costará desconectarlo y disfrutar del dejarse estar. Y con todo, debes hacer el esfuerzo de recordar que estas son tus merecidas vacaciones de verano. Nada ha de interponerse. Ningún miedo, ningún reproche, ningún futuro. Toca ser envuelto por el más pétreo egoísmo y anteponer durante estos días el bienestar a cualquier otra emoción. A veces no será fácil deshacerse de la caspa que se ha ido depositando sobre ti durante este tiempo, contrariamente a lo que pueda pensarse caminar por el paraíso no está exento de poder perderse; pero ante todo y por encima de todo, el propósito de que nada, nada, te arrebate tus ganadísimas vacaciones de verano.

Qué mejor que hoy que cerramos año para despedirme de ti. Han sido cien las veces que he llamado a tu puerta con mis palabras desde el día que nací. Cien textos encabezados a pie de página con mi nombre: “Con permiso del viento”. Si un libro puede nacer, tiene derecho a morir, y así deseo hacerlo yo para dejar el lugar que le corresponde a mi sucesor.
En septiembre, ya tendrás noticias suyas invitándote a la presentación de su laico bautizo, nacerá “El rumor del olvido”. Como yo hiciese en su momento, él será quién te acompañe de aquí en adelante. Espero te sea grata la compañía de mi hermano, la tuya no tengo duda lo será. Mi padre, en ese asunto, educa a todos sus hijos por igual.

Agradezco al Viento, al Azar, la oportunidad que nos ha dado de compartir este tiempo.
Mientras que sople y permita al velero estar en movimiento, la dirección da un poco igual.

¡¡¡Felices vacaciones de verano!!!!

Con permiso del viento.