En el tiempo que llevo vivo me he planteado varias veces volver a mi confortable vida en la estantería, pero nunca este sentimiento ha cobrado tanta fuerza como cuando veo las discusiones que os traéis en pareja. Este miércoles hablaremos de una de las cosas que más os gusta hacer, juzgar y sentenciar.
Después de tus padres, es la pareja quién más te exigirá que seas normal y claro, así es difícil tener un buen día. La vida en pareja, después de esos primeros meses en los que la pasión de la química hace prácticamente todo el trabajo, es una ardua labor de largas, larguísimas negociaciones. Al principio las diferencias individuales son cubiertas por el amor, pero según van pasando los años y ese amor a lo nuevo se va marchitando, quedamos a solas con nuestros recursos diplomáticos para encontrar ese inestable equilibrio entre dos personas que aunque muy similares, el paso del tiempo va constatando que son tan parecidas como distintas. El – “lo que tú quieras cariño” –, va dejando paso al – “tú verás cariño” – , para acabar con el – “más te vale que no lo hagas cariño” -. Este trabajo por acercar a tu pareja hacia tu filosofía de vida, casi siempre bienintencionadamente, suele acabar con la instauración implícita de un código de leyes que deben cumplirse para la pacífica convivencia de vuestra relación. Por regla general este acuerdo privado no refleja el equilibrio, sino lo que ambas partes han aceptado que sea su equilibrio. En ese momento.
“Eso que planteas cariño no es normal” – Esto es lo que decimos a nuestras parejas cuando queremos que cambien y nos sentimos desarmados para convencerles; y no dudamos en acudir a nuestro padre, al suyo, a su amigo de Huelva, a su hermano, a las estadísticas del periódico de turno o a su tía la del pueblo para demostrarle que eso que plantea no es normal. ¡Al cuerno con lo normal! ¿Acaso si lo normal, lo habitual, fuese que los hombres pegasen a las mujeres deberías hacerlo? ¿Y si fuesen las mujeres las que engañan a los hombres porque está de moda deberías engañarlo?
Cuando dos personas deciden vivir en pareja aceptan que hay dos mundos; el de fuera, y el suyo. Hay un código de normalidad fuera y uno dentro. Cada uno en su casa tiene su propio código y éste es absolutamente ajeno, lo repito por si acaso, absolutamente ajeno al código exterior. Deja de decir a tu pareja que no es normal y no permitas que te lo digan. ¿Hacer el amor dos veces al día es lo normal? ¿O quizás lo normal es hacerlo una al mes? ¿Es normal querer viajar todos los fines de semana? ¿Y no quererlo hacer nunca? ¿Debería comer vestido para ser normal? ¿Lo normal es visitar a los padres una vez a la semana, al mes o al año? Escúchame de una vez. En tu casa, lo normal es lo que tú decidas que es normal. Por tanto, si decides vivir en pareja hay dos únicas maneras correctas de ver las cosas; la tuya, y la suya. – “¿Pretendes que vea como normal que a mi pareja le guste hacer el amor vestido de superman con la COPE de fondo?” – Por supuesto, vuestro mundo está formado por dos personas y por tanto, cada uno de vosotros tenéis la verdad al cincuenta por ciento. Si no te gusta la filosofía de vida de tu pareja no la juzgues ni la taches de anormal, sencillamente dile que tenéis un problema de encuentro, no que ella es la culpable de vuestro desencuentro con sus rarezas. Para que una negociación funcione hay que llegar a ella desde el pleno convencimiento de que el otro no es un anormal por pensar distinto a ti. Al él le gusta hacer el amor vestido de torero y a ti eso te seca todos los lagrimales; bien, ese es vuestro punto de desencuentro. ¿Cuál tienes pensado que sea vuestro punto de encuentro? ¿Tachar a uno de friki o a la otra de frígida te parece un buen comienzo para acercar posturas?
No pierdas de vista tu objetivo: si quieres destruir tu relación ahórrate tiempo y sepárate cuanto antes, pero si lo que quieres es conciliar posturas, bórrate esa maldita costumbre de decir a tu pareja lo anormal que es lo que piensa o lo que hace.
Con permiso del viento.