Si aspiras a ser universitario, puede que hayas obtenido la nota que deseabas o puede que no. El asunto es importante, pero menos vital de lo que pueda parecer. A menudo caemos en el error de pensar que la felicidad es un examen, una oposición en la que si sacas plaza puedes echarte sobre el césped con los brazos cruzados.
Si vas a poder estudiar la carrera elegida, enhorabuena, te felicito por el trabajo realizado, pero no creas que ser médico o maestro te va a dar la felicidad los próximos cincuenta años. Estudiar y después trabajar en tu primera elección es un magnífico punto de partida, pero está muy lejos de darte la felicidad a largo plazo. Si por el contrario no has sacado nota suficiente y vas a estudiar tu segunda o tercera opción, es normal que estés frustrado, cabreado y algo desanimado, pero debes saber, que una vez aceptadas las emociones negativas de no empezar en el terreno de juego deseado, tienes a tu disposición el único musculo que hay que desarrollar durante los próximos cincuenta años para ser feliz: la actitud.
¿Es importante la raqueta? Por supuesto, pero tanto o más lo es la actitud. La raqueta es el trabajo, la ciudad o tu aspecto físico, agradables ayudas para ganar un partido, pero no deja de ser un complemento. La verdadera felicidad no puede nacer de nada que venga de fuera.
¿Entonces da igual dónde viva o en qué trabaje? Claro que no. Intenta acercarte a tus preferencias, pero ni estas te darán la felicidad, ni la ausencia de ellas te harán un desgraciado.
si estas leyendo este texto con 18 años, le llevas mucha ventaja a los carcamales de tus padres. Padres, ya sabéis, nunca es tarde para cambiar. Llevas años arrastrando la mentira de que la felicidad es una universidad a la que se puede acceder con un punto de corte, una oposición que te garantiza un puesto de por vida.
En los diecinueve años que llevo trabajando como terapeuta, no he encontrado en mis pacientes ninguna profesión ajena a la desdicha, como todas han sido propicias a sentirse realizado. Quiero decir con esto, que la profesión no deja de ser una raqueta. Es curioso, y bastante absurdo, los nervios y tiempo que dedicamos a elegir raqueta, como si una buena elección nos fuese a dar la victoria del partido, como si los partidos no hubiese que pelearlos todos y cada uno de los segundos que duran.
Ojalá saques la nota que deseas. Ojalá te hagas con esa raqueta. Pero más deseo que sudes la camiseta los próximos cincuenta años, a que te esfuerces unos pocos años por hacerte con ese juguetito con cuerdas.
Reverso.