MANUAL PARA SOBREVIVIR EMOCIONALMENTE A UNA PANDEMIA
Capítulo 4: La semilla y el puñetero diluvio
El modelo diátesis estrés viene a decir que todos tenemos vulnerabilidades, tanto físicas como emocionales. Es lo que hace que cuando uno se estresa, le duela la tripa mientras que otro padece de migrañas. Al mismo tiempo, ante una situación objetivamente difícil, como pueda ser un duelo, unos se deprimen mientras que otros se vuelven agresivos. El modelo diátesis estrés viene a decir, por tanto, que el estrés despierta nuestra vulnerabilidad latente. Ese rasgo de nuestra forma de ser que nos lastima y que en el mejor de los casos, tenemos escondido en un cuarto sellado y oscuro.
Una forma fácil de entenderlo es imaginarte tu vulnerabilidad como una semilla y el estrés, como el agua que la hace crecer hasta despuntar por encima de la tierra, que es cuando el problema asoma a la luz e interfiere en nuestras vidas. Cuanto más grande sea la semilla (biología), más cerca o lejos la pongamos de la superficie (habilidades de afrontamiento del individuo), y la tierra que nos rodea filtre más o menos el agua (primeras experiencias vividas en la infancia en la familia y colegio), más o menos permeable es la semilla a la lluvia (estrés).
Así, se explica porqué ante una misma situación unos se rompen y otros no; porque cada uno se rompe de formas distintas e incluso, porque hoy te rompes dónde ayer no te rompiste.
Pues bien, una pandemia es el puto diluvio del antiguo testamento cayendo sobre nuestra semillita de los narices. En esta tormenta, hay dos grupos de personas : las que están jodidas y, las que están muy jodidas.
¿Y porqué te cuento todo esto? Porque hay que proteger la semilla. «¿Acaso no lo hago?». Pues en tu caso concreto no lo sé, pero no suele darse al autocuidado psicológico la importancia que se merece. Claro que se le tiene en cuenta, pero es un «ocio» al que se se le dedica un esfuerzo residual. Una actividad extraescolar, casi un capricho, lejos del celo y esfuerzo que le dedicamos a las asignaturas troncales: economía y salud física.
La situación, después de nueve meses de pandemia, requiere que saques toda la artillería. Es el momento, no esperes mucho más. Todos tenemos algunas ilusiones en el baúl de emergencia para llevar a cabo en situaciones límite. Por ejemplo, todas esas cosas que harías si te quedasen seis meses de vida. La mayoría de ellas, lo gracioso, es que podrías hacerlas ya, como ir en el día desde Madrid a comerte un arroz a Mallorca, bañarte en una de sus calas, y volver a dormir a casa. Ves al almacén de armas y desempolva todos los bazocas y metralletas, tanto las necesarias para hacer de lo malo menos malo, como lo bueno más bueno. Esto de cuidarse a sí mismo no es un juego, algo menor a lo que dedicar las sobras. Es una prioridad. Y como tal, has de tratarla. Solemos decirnos: «Debería trabajar algo menos, debería apuntarme a clases on line de guitarra, debería aprender a perdonar, debería tener más sexo, debería ir al cine o ver más a los amigos (con las consabidas medidas de protección). Debería aprender a parar la mente, a ser menos cascarrabias, a llevar mejor la incertidumbre. Debería comprarme ese reloj que llevo años deseando, debería visitar tal pueblo». Ha llegado el momento de llevar a cabo esos deberías. No puedes parar el diluvio, pero si puedes hacerte con un paraguas y con unas botas de agua para saltar encima de los charcos como los niños.
Si la semilla ya ha despuntado y está dañándote, ocúpate de ella ya. No lo dejes para mañana. Que esta pandemia sea una excusa para «meter mano» a ese problema que llevas tantos años arrastrando. No quiero ser alarmista, pero tampoco puedo mentirte. Eso de «tirar con tus cosillas» te ha medio funcionado hasta ahora, pero, ¿aguantará ese tablón roto de tu barca la ola que vuelca sobre ti una pandemia? Todos tenemos mierdas, que duda cabe, pero los tiempos que nos has tocado vivir hacen que su hedor se nos meta por la garganta. No deseo para ti una barca perfecta e impoluta, pero cuídate de que las vías de agua te mojen los pies, no te ahoguen .
Todas las casas tienen estructuras mal ajustadas. Cuanto más viento haga, más sonarán. Una pandemia es un vendaval que hace que suene lo que nunca sonó, y que lo que sonaba, se vuelva ensordecedor. Apuntala tu autocuidado.
Rafael Romero Rico