Necesidades cubiertas

Estás en la cama viendo tus pensamientos ir de aquí para allá cuando tomas conciencia de que estás despierto. Una noche más ha pasado y despertar vuelve a ser una experiencia extraña que nunca deja de sorprenderte. Estás tumbado, esperando como los toros de los rodeos a que la puerta se abra para comenzar tu frenética actividad diaria. Tus ojos ya están abiertos, viendo la penumbra de siempre como si fuese la primera vez, en silencio, a la espera. Todavía estás apagado y sientes cierta pereza de encenderte. Esto sucede la mayoría de las veces, salvo los días que saltas de la cama como un resorte impulsado por las prisas o la ilusión.

Dame un segundo. No te desarropes. Antes de cargar el piloto automático para enfrentarte a lo que hay ahí fuera quiero que te hagas las siguientes preguntas: ¿Tengo un techo que me protege de la lluvia y el frío?, ¿Tengo algo con lo que acallar mi estómago?, ¿Tengo alguien con quien compartir mis penas y alegrías?, ¿Tengo algún proyecto o afición en el que volcar mis energías? ¿Cuál es la probabilidad de ser agredido de camino a la pescadería? Date cuenta que no te he preguntado si el techo es de mármol, si te espera un solomillo en el almuerzo, si eres un líder social y todo el mundo te admira, si los humanos que te rodean nunca están malhumorados o si eres el empleado del mes. No te he preguntado nada de eso. Lo que quiero que te preguntes alguna que otra mañana es si tus necesidades básicas están cubiertas. No quiero que analices qué podría ir mejor, sino si tienes lo necesario para encarar el día con el convencimiento de que nada vital está en juego. Porque si nada crucial está hoy por decidir, ¿Qué sentido tendría albergar en ti emociones catastrofistas, angustia o temor al porvenir? Si tienes tus necesidades básicas cubiertas todo está bien, suficientemente bien.

Estás vivo, tienes con qué alimentarte, vestirte y protegerte de las inclemencias. Estás rodeado de personas con las que puedes charlar y copular. Ocupas el eslabón superior de los depredadores y lo más importante, gozas de más tiempo y libertad de lo que nunca antes tuvo un ser humano. Se puede pedir más, cómo no, pero, ¿No te parece ésta una buena vida ya?

Con permiso del viento.