El buen profesional

Me da igual que sea un cirujano que a pesar de su estatus cuida de su paciente como si fuese único, que un barrendero que sale corriendo detrás de un papel que se lleva el viento. Me encanta ver a un profesional comprometido con su labor.

Con las mismas que se me hace caro dar un céntimo a alguien sólo por extender la mano, se me caen los billetes de 5 euros cuando una persona toca con pasión un instrumento en la calle.

Este verano me he encontrado varios de estos buenos profesionales. Hay que estar atentos, ya que no hay muchos y hay que disfrutar de ellos cuándo aparecen. Un hotel donde todo estaba impecable, un restaurante donde se celebra el cumpleaños de una empleada y todos los compañeros salen a aplaudir reflejando el buen ambiente del local, o un aparcacoches en un parking en la montaña. Este aparcacoches es el motivo de este texto. Con qué ilusión nos explicaba dónde debíamos aparcar, cómo nos sonreía, esa breve información personal que nos dio creando ese micro clima familiar. La conversación duró menos de dos minutos, más que suficiente para saber qué tipo de profesional tenía en frente.

Es cierto que el asunto de dónde aparcar el coche y pagarle, se podría haber resuelto en mucho menos tiempo, pero siempre que me encuentro a este tipo de personas, especialmente si voy con mis hijos, me gusta charlar un rato con ellos. Siempre hay algo que te enseñarán.

Más allá del dinero y el prestigio, por encima de todo ello sobrevuela el buen hacer. Los trabajos nos dan un dinero que apenas tenemos tiempo de gastar, a menudo de malgastar, mucho más importante para nuestra felicidad es hacer con dedicación lo que nos traemos entre manos y puedo asegurarte, que poco importa si entre tus manos hay barro o diamantes. El que trabaje con devoción siempre se sentirá rico. Y por supuesto, siempre hacen sentirse dichosos a sus clientes.

Que dulce maravilla ver colocar con celo los cubiertos al camarero de esa pequeña aldea del pirineo oscense, el catalán de avanzada edad que sin saber castellano se afanaba en hacerse entender para señalarme el inicio de la ruta, el gallego que en sus clases de surf se entregó en cuerpo y alma a mi aprendizaje, o ese lisboeta que me llevó gratis en su tuk tuk a buscar la empresa a la que quizás pertenecía el tuk tuk dónde horas antes había olvidado mi mochila. Cada uno de ellos un brote fresco en medio del jardín.

No trabajes bien por el dinero, por ganarte la aprobación de tu jefe o agradar a tus clientes, hazlo, porque trabajar bien, llenará de riquezas tu alma como ningún billete ni aplauso puede hacerlo.

Reverso.