Pocas cosas engañan tanto como las relaciones humanas, y de éstas, ninguna puede parecer tan armoniosa por fuera como rancia por dentro como las de pareja.
Escucha. No te fíes de los bienaventurados matrimonios que veas a tu alrededor, es imposible saber si van de farol.
Los motivos son varios:
Por un lado, después de una dura semana de trabajo, lo que menos le apetece a alguien es dedicar parte de su tiempo de ocio a estar de mal humor. No se muestra contento por quién le acompaña, sino porque se antepones a quién le acompaña.
Como no tienen quince años para ir de la manita a todos lados, a nadie le llama la atención que apenas se dirijan la palabra y pasen la velada poniéndose al día con otras personas que ven menos.
Qué duda cabe, que tampoco quieren montar numeritos delante de sus seres queridos ni preocuparles, incentivo extra para hacer el paripé.
Y por otro lado, y ahí quiero llegar, no quieren ser la nota disonante: la gente no ventila sus problemas de pareja, a lo sumo suelta alguna queja tirando de los tópicos del matrimonio, pero sin mayores profundidades.
Y de repente, llega un día tu amiga, tu hermana o tu hija y te dicen que se separan. Y tú te quedas con cara de tonta. “¡Cómo! ¡Vosotros! Sabía que tenías vuestros rifi rafes, pero, en serio…De verdad que no lo salgo de mi asombro”. ¿Qué ha sucedido? Que has olvidado que no hay más embusteros que los matrimonios.
Son muchas las derivaciones que pueden extraerse de esta reflexión, pero este miércoles te dirijo a una muy concreta. Las falsas expectativas. Uno, agotado a veces del largo negociar que requiere mantener a flote todo aquello que dure más de unos cuantos años, mira a las parejas de su alrededor, tan bellas y equilibradas ellas, y se siente solo. Y lo peor no es esto, es que si tus amigas gozan de matrimonios tan felices, debe ser que tus problemas de comunicación, sexuales, afectivos y demás efectos secundarios del monótono convivir no deben ser normales y debes separarte. “Estás desaprovechando tu vida”, aparece con rutilantes luces de neón escrito frente a tus narices.
Todo proyecto de largo recorrido tendrá inevitablemente generosas dosis de insatisfacción, rutina, aburrimiento y tediosas negociaciones. No estamos hoy aquí para discutir si se sale a cuenta embarcarse en ese tipo de saraos, no, sino para que entre los muchos motivos que puedas tener para separarte, no esté el creer que lo que te pasa a ti, a tenor de lo bien que funcionan el resto de parejas, es un meridiano ejemplo de fracaso marital.
No lo olvides. No te fíes ni un pelo de las parejas con las que charles animosamente en el salón de tu casa o en la celebración de turno. No son trigo limpio. Igual sí. igual no. Imposible saber a simple vista.
El rumor del olvido.