Recientemente una persona acudió a jugar un partido de tenis importante dos días después de que muriese su padre. Aclarar desde el principio que este texto no va dirigido a él, que hizo lo que en gana le vino hacer, sino a aquellos que quieren ver en esa actuación algo épico que elogiar e incluso, imitar.
Yo no diría que es una hazaña, de hecho, no me parece más valiente que quedarse sentado en el salón de la casa de tus padres, mirando una fotografía de tu padre fallecido, bajo la presencia de una madre descompuesta.
No digo que sea malo distraerse, ni que la alternativa que muestro sea la que deba hacerse, sólo pongo estas dos opciones al mismo nivel, algo que no creo que hagan algunas empresas ni los ávidos de convertirnos en super humanos sin Kryptonita.
Que alguien vaya a trabajar al día siguiente de que haya muerto un ser querido no es un acto de superación y, no lo es, porque no hay nada que superar, hay que estar. No tenemos que tenerle tanto miedo a las emociones negativas. La tristeza es el reverso de la alegría y cuando se ha querido, es lógico, no, más allá, es saludable, quedarse quietecito mientras las lágrimas de dolor e incomprensión caen por tus mejillas. No es este un estado en el que quedarse mucho tiempo, pero tampoco lo es del que huir como cervatillos acobardados que camuflan su debilidad en una supuesta fortaleza a base de tesón y disciplina.
Alguien dirá que sí es una hazaña, porque no todo el mundo puede ir a jugar ese partido con lo que debía estar pasando ese hombre. Es cierto que muchos no pueden, pero otros muchos, es que ni siquiera quieren.
Como al padre de este tenista, me haría muy feliz ver a mis hijos seguir con sus vidas dos días después de haber fallecido, pero eso se debe a la puñetera sobreprotección que nos ronda a todos los padres, que vemos llorar a nuestros hijos unos días y ya nos llevamos las manos a la cabeza.
No escribo este texto para criticar a quién va a trabajar al día siguiente de perder un ser querido, sino para no ensalzarle.
Con las emociones, a veces, dejarse perder por unos días, es la única forma de ganar.
El rumor del olvido.