Siempre se puede cambiar

Hoy te traigo la historia de un chaval de veintiún años, hasta el gorro de sus padres y del Sistema occidental: trabajar como ratas en oficinas, matrimonios soporíferos, hipocresía, ese tipo de cosas por las que a los de su edad les sale salpullido, negándose a ser un ladrillo más del muro. Conozco a sus padres bastante, quieren a su hijo; son imperfectos, de estos que un hijo quiere matar de vez en cuando, pero en definitiva son lo que podríamos calificar como unos buenos padres. Cuando este chico, al que llamaremos S, venía a terapia no ayudaba en casa, era agresivo, pasaba de todo, fumaba porros y faltaba a clase. Hace un año le perdí la pista hasta esta semana que ha vuelto a aparecer por mi consulta.

A continuación relato su viajecito durante este tiempo:

Se fue de casa y encontró un trabajillo en el que ganaba dos perras. Se echó una novia y se fue a vivir con ella y el hermano de ésta. Él pagaba casi todo el alquiler, a pesar de que el aspirante a cuñado ganaba más dinero que él. Continuamente estaba ridiculizándole y llevándole al límite, S quería llevarse bien pero como no le dejaba en paz, un día le instó a que se partiesen la cara y zanjasen el asunto; el otro no quiso mancharse las manos, aunque no dejó de tocarle las narices. Su aspirante a suegra era prostituta y yonki, y también le pedía dinero. La relación con la novia es terrible, ella es muy celosa y siempre le está gritando y discutiendo. A menudo le pega, y él, a sabiendas de lo que implica devolverle el golpe, no la agrede; aunque en un par de ocasiones la da un empujón y algo parecido a un cabezazo. Un día la dice que necesita tomarse un tiempo, y ella le escribe un mensaje al móvil cuando estaba trabajando diciéndole que se va a suicidar. Salió corriendo del trabajo, acabaron en urgencias, se cogió una semana de vacaciones en el trabajo y se la llevó de vacaciones para que desconectase. Al principio fue bien pero no tardaron en volver a las peleas.

Se van a vivir a una habitación de alquiler. Al principio bien pero luego la pareja que alquila la habitación está siempre gritándose y un día que S está cocinando la mujer le empieza a insultar sin venir a cuento. Se van y pierden el dinero de la fianza que no les quieren devolver y S no se ve con fuerzas de reclamarlo.
Se van a otra habitación de alquiler barata, con otra pareja y un hombre de unos cuarenta años que ha estado en la cárcel por maltrato. En un momento dado este hombre intenta tener sexo con la chica, ella graba la conversación con su teléfono y se lo pone a él. S coge un destornillador y amenaza con matarlo. No lo mata pero le mete un buen puñetazo que le rompe la cara. Aparece la policía en casa pero no hay denuncia.

Durante ese tiempo S cada vez tiene más problemas con el alcohol, no consume otras drogas duras.
Finalmente deja a la chica y se va a otra casa de unos chavales jóvenes que siempre andan fumados. La casa no tiene puertas en las habitaciones, huele a pis de perro, un chico le tira la puerta a su novia en una discusión y le rompe varios dientes, no limpian la mierda del retrete (literalmente), pegan al perro… S se encuentra discutiendo con los dueños porque la casa es un desastre y exige que haya más orden y limpieza, viene a decir que se sentía como su madre yendo detrás de ellos para que hiciesen las cosas.
Después de varias discusiones y perdiendo dinero porque le han engañado, se larga de allí.

Consigue dos trabajos, uno de ocho de la mañana a cuatro, y otro de seis de la tarde a once, pero tiene un accidente y pierde uno de los trabajos. Otra vez le toman el pelo y no le pagan los días trabajados. Él siempre anda con la misma duda, o mato a estos hijos de puta, o me voy por dónde me he venido. Se va por dónde ha venido. Poco después se le acaba el contrato del otro trabajo y empieza a cobrar el paro.
Hacia el final de la sesión, no antes, cuando se va sintiendo cómodo conmigo, va contando más cosas. Trapicheos de cuentas bancarias donde recibe ingresos que luego desvían quedándose con un porcentaje, matrimonios de conveniencia con extranjeros dónde la novia se ofreció voluntaria, una pelea con unos latinos que le abrieron la cabeza con un bate de beisbol porque al intentar robarle el teléfono S se lió a tortas, y más lindeces.

Durante este tiempo se ha encontrado mucha gente que le ha tratado mal, lo que ha le ha llevado a sufrir y beber mucho. Ser un antisistema está siendo menos guay de lo esperado. Cuando se le acaba el paro, y lo más fácil era dejarse caer en una espiral de destrucción, en una orgullosa huida hacia delante de adolescente tardío, S toma la decisión de llamar a sus padres, disculparse, y pedirles una oportunidad de volver a casa a hacer las cosas bien.

Son muchas las lecturas que pueden sacarse del viajecito de nuestro amigo S, como aprender en ojo ajeno que eso de vivir la vida loca no es tan molón como parece, pero quiero llamar tu atención en dos aspectos. Por un lado me dirijo a los padres. Entiendo que da un miedo atroz dejar a los hijos que aprendan por sí mismos sus propias lecciones, pero sólo hasta que S salió de casa pudo comprender lo afortunado que era de tener a sus padres y las comodidades y amor que éstos le daban. A nadie se nos escapa lo cerca que ha estado este chico de caer por el lado equivocado del precipicio, pero los adultos a veces también andamos por líneas muy finas y todos somos hijos de alguien. Como padre sólo pensar lo mal que podría haber acabado esta historia se ponen los pelos de punta, pero la alternativa, que nuestros hijos anden siempre de nuestra mano alejados de todo peligro, no pone los pelos menos de punta.
Por otro lado me dirijo a los hijos: si tienes unos padres de esos que a veces son odiosos pero te quieren, deja la mala vida y vuelve con ellos hasta que estés fuerte y puedas hacerte una buena vida lejos de ellos.

Dedico este miércoles a S. Gracias por compartir tu viaje, y gracias por ejemplificar tan brillantemente en tu persona el nombre de este blog: Siempre se puede cambiar.

Con permiso del viento.