Aplausos virtuales

Los libros, los buenos al menos, tienen una forma de mirar que quizás le vendría bien a las personas, y es la mirada de la neutralidad. La ventaja de tener una visión periférica lo menos acotada posible por gustos y tendencias culturales es el enriquecimiento, la tara, que si a lo malo siempre se le puede encontrar un ángulo favorable, a lo agradable no le falta su barniz áspero.

Si uno visualiza algunos de los videos que circulan por el canal de Youtube donde aparecen personas haciendo cosas asombrosas, como su propio nombre indica (People Awesome), tendrá ocasión de disfrutar en directo de esta mirada periférica de la que hablamos. Por un lado, es aterrador comprobar cómo hay quién dedica miles de horas a tirar una pelota de ping pong en unos vasos de plástico hasta que acierta. Más inquietante son aquellos que no sólo dedican ingentes cantidades de tiempo en lograr hazañas tan curiosas como innecesarias, sino que se juegan la vida en ello subiéndose a lo alto de una grúa sin ninguna medida de seguridad. Pero lo más desconcertante de todo, es que este derroche de energía a costa a menudo de la propia salud y en tristes ocasiones de la propia vida, tiene como principal incentivo obtener el mayor número posible de visualizaciones. La medida de las personas, para las que nunca debieran haber existido modistas, viene marcada por el número de seres anónimos que dedican dos minutos de su vida a verte a través de una pantalla. ¿Para qué sino dedicar miles y miles de horas a ensayar cómo tirar al aire una botella y que caiga en pie? No son profesionales, éstos están demasiado ocupados entrenando como para perder el tiempo con alardes de barrio.
Si eres modelo tiene un pase que dediques tres horas al día a maquillarte, pero si eres bióloga, ¿para qué dedicar tanto tiempo a algo que no tiene ganancias prácticas pero sí sociales? Si aceptamos que tener 300.000 seguidores por bajar mil peldaños haciendo el pino te hace disponer de más habilidades sociales.
Tanto esfuerzo, tanto riesgo, para obtener una gloria digital efímera como cualquier otro éxito, pero con un olor aún más fútil si cabe. Qué peligroso aquellos que se van a dormir con la tranquilidad de estar ubicados existencialmente porque han recibido miles de aplausos virtuales, con lo poco que tiene que ver encontrar el sentido de la vida desde dentro que desde fuera de la pantalla. Y cuánto más perdidos se encuentran en la vida de los mortales, más les urge triunfar en la vida paralela que siempre habitaron alcohólicos y drogadictos para escapar de las garras de la mundana realidad y sentirse por unos instantes dioses. Cuánto más dura se vuelve la realidad más atractiva se muestra la fantasía.

Pero como soy un libro, también tengo otro ángulo que aportar. Esta absurda búsqueda de encontrar un papel protagonista en la obra, ahora, que parece que cualquiera no sólo puede triunfar, sino que debe hacerlo ya que no es algo que quede vetado a Reyes, tenaces y superdotados, sino a aquellos que se pongan delante de una cámara y puedan hacer cualquier cosa que llame la atención, está desarrollando las competencias de esta especie como nunca antes pudiese haberse imaginado. Más allá de la utilidad práctica de las actividades que hacen, me resulta estremecedor comprobar en un vídeo de cinco minutos la soberbia especie que somos cuando nos proponemos un objetivo. Y ahora que tanto quieren destacar, y que tan visto está todo, se están forzando los límites de los seres humanos hasta unos niveles, que me sobrecogen. Ciertamente, no hay lugar a dudas, que las personas son incuestionablemente sorprendentes. Y por lo visto, su capacidad para sacarnos exclamaciones de alegría, incredulidad y terror aún no ha topado con su techo. ¡Qué pasada!

Con permiso del viento.