Hola chicos y chicas, señores y señoras, casados, solteros y pluri divorciados, heteros y transgéneros, banqueros y perroflautas. Hola a todas las ideologías políticas, religiosas y deportivas. Hola a todos aquellos que han sacado un rato para leerme dejando por unos minutos a sus hijos, sus parejas, el satisfyer y Pornhub. Hola a todos, porque todos estamos entre las mismas paredes. ¿No te parece brutal, que con lo distinto que te sentías de las personas que te rodeaban, ahora estés en una posición tan similar a ellos? Sí, a lo mejor tu televisor es más grande o la ventana más pequeña; puede ser que el albornoz sea de piel de tejón o esté hecho de las migas de pan de hace un año. En esencia, estás encerrado en casa. Los primeros días, las diferencias que has logrado a base de dinero y, “Yo soy distinto”, te harán más llevadera la estancia, pero cuando lleves cinco o diez días encerrado, estaremos todos jugando con las mismas cartas. Sólo lo que llevemos dentro de nosotros mismo nos hará llevar con garra esta situación. El modelo de tu smartphone o los dígitos de tu cuenta bancaria no servirán para una mierda.
Y esto nos lleva exactamente al punto dónde nos encontramos.
Todos los miércoles escribo un texto bajo el nombre del último libro que he publicado. Ahora estamos bajo la protección de Reverso. Un libro, entre otras cosas, de viajes. Manda cojones la cosa. “¿Cómo osa la existencia mandarnos este virus, ahora que he publicado un libro que quiero que anime a la gente a viajar?”. Para eso mismo ha mandado la existencia este virus, a este Señor, para recordarnos que tú propones y, ella dispone. Llevábamos tantos años los humanos occidentales haciendo casi todo lo que nos venía en gana, que esta máxima se nos había olvidado. Sabíamos la teoría, pero apenas nos rozaba el flequillo los hechos. A base de frustración y tristeza, en algunos casos de dolor, la existencia nos recolocará en el sitio que mejor considere para nosotros.
Dada la situación, llevo unos días pensando que debería y, querría, estar más presente en vuestras vidas que sólo los miércoles. Como llevo diecinueve años ejerciendo como terapeuta, podría daros una serie de recursos para enfrentar esta peculiar situación, pero me alegra saber que esto os está llegando por muchos otros medios.
Pensando y pensando, he dado con lo que quiero. Una forma de aunar al psicólogo y al escritor. La manera de estar en tu día a día mientras dure esta situación. ¡Vamos a escribir un libro! Sí, tú y yo. Cada día voy a publicar un capítulo, y el libro tendrá tantos capítulos como días dure este excepcional y original periodo de aislamiento.
Para escribir un libro, necesito estar “enchufado”. Después de acabar un libro, entro en un estado de plenitud que dura menos tiempo del saludable para, progresivamente, irse fraguando poco a poco un calor dentro de mí cada vez más molesto. Esto me lleva a ir aunando una serie de ideas inconexas sobre el siguiente libro que querría escribir. Qué historia quiero contar, cómo quiero que sean los personajes, ideas clave a trabajar, qué tipo de final quiero y demás. Y un día, abruptamente, la creatividad y la intuición toman el control. Diría casi mágicamente, las ideas aisladas comienzas a juntarse y, con algo muy parecido a la violencia, empiezo a escribir. Estoy enchufado a la corriente eléctrica y las palabras corren por mi mente como voltios desbocados. Bien, pues en estos momentos, no estoy enchufado. Tengo la cabeza en el libro que estoy escribiendo, no soy indiferente a la situación y mi mente anda despistada, no tengo historia que contar, ni personajes, ni nada de aquello que durante meses se va fraguando dentro de mí. ¿Por qué me he decidido entonces a iniciar este proyecto? Porque no quiero hacer un buen libro, quiero acompañarte. Quiero entretenerte. Quiero hacerte pensar. Ojalá consiga esbozarte una sonrisa o excitarte. Quizás logre que entre las muchas ilusiones que tienes para vivir un nuevo día, esté la de descubrir que han hecho los personajes de nuestro libro. Además, como llevaba unos días pensando en esto, algo de rabia ha inundado mi alma y algunas ideas comienzan a corretear dentro de mí, buscando frenéticamente mis dedos para salir en forma de palabras.
¿Qué tiene este libro de mío? Para empezar es tuyo, porque te lo escribo a ti. Lo escribo exactamente para este momento. Se construye a tu lado. Pero también me gustaría, si así lo deseas, que pongas tu granito de arena. Te voy a dejar mi mail y, si quieres, puedes escribirme diciendo qué quieres que suceda en la historia. Puedes plantear una pregunta, o una situación, o una frase. No voy a llevar el libro por dónde yo quiero llevarlo, voy a llevarlo por dónde queráis que lo lleve. Vosotros ponéis el escenario y yo los diálogos, o al revés. Se me hace muy divertido que tiréis a los personajes dónde os dé la gana y, yo baile con ellos para llevarlos dios sabe dónde. Tú pones la música, ya veremos por dónde van sus pies.
Si hubiera cortocircuito de ideas, unos me decís que le mate y otros que viva, ya veré qué hago. Yo qué sé. No descarto que de todo esto salga una chapuza. No sabes cómo me jode hacer chapuzas pero, dadas las circunstancias, será una bella chapuza. ¿Sabes lo mejor de este proyecto? Que tiene en cuenta las lecciones que este Señor intenta enseñarnos. Hay que ser menos cuadriculados, adaptarse, priorizar el hacer a la inmovilidad. Igual me aburro de escribir todos los días (no me gustan las ataduras), me quedo sin ideas, me pongo malo, se pone malo alguien cercano y mi ánimo decae, me voy a un sitio sin cobertura, bla, bla, bla. Idioteces. Todas esas preguntas quieren tener el control, como queremos tenerlo de esta situación y, al no tenerlo, nos llenamos de ansiedad y rabia. Demos un paso hoy, mañana, ¡mañana será otro día!
No sé si puedes imaginarte las decenas de veces que reviso el contenido de un libro antes de publicarlo. No tengo tiempo para eso. No quiero tenerlo. Al igual que el reverso de la sombra es la luz, el reverso de este virus es una vuelta hacia la sencillez, lo interior, las personas y el sentir. Sería un imbécil si dedico cinco horas diarias a escribir esos capítulos, con todo lo que tengo que hacer, con todo el tiempo que quiero pasar con mis hijos, con todo lo que tengo que aburrirme, con todo lo que tengo que temer, con todos los amigos con los que tengo que hablar, con todo lo que tengo que pensar.
Como mi forma de escribir a menudo merodea el borde del acantilado, relecturas posteriores son aconsejables para no perder el equilibrio. No hay tiempo para eso, que salga el sol por dónde mejor considere.
Si me escribes, te animo a ello, tiene que ser una o dos frases como mucho. Al final de cada capítulo, pondré la idea que me has mandado y tus iniciales, o el nombre completo, lo que tú me digas. Ya te dije que este libro será un poco de todos.
rafaelromerorico@yahoo.es
Empezamos…
Reverso.