¿Quién puede andar más de unos metros con una piedra del tamaño de un elefante en el zapato? Nadie.
¿Quién fumaría si después de dar una calada a su pitillo vomitase sangre? Nadie.
¿Quién no se despediría de sus padres al salir de casa si supiese que se los iba a encontrar muertos cuando volviese de la universidad? Nadie.
¿Quién se permitiría el lujo de estar sin hablar a su pareja durante un día entero por un enfado si recibiese en el acto todo el dolor que sufrirá cuando ésta le deje? Nadie.
¿Quién usaría más de la cuenta el coche o el aire acondicionado si a esos actos le siguiesen ipso facto una subida de la temperatura en la tierra de treinta grados? Nadie.
¿Por qué nadie tendría estos comportamientos? La respuesta es muy sencilla: contrariamente a lo que la inmensa mayoría de la población cree, las personas no son gilipollas. Son muchos los motivos por los que los seres humanos hacen cosas perjudiciales a ojos propios y ajenos, pero la estupidez no es uno de ellos; aunque desde luego esta explicación es la más sencilla y nos permite ahorrarnos incómodos razonamientos.
Como no quiero que dejes de pensar así de golpe y porrazo que aquellos que hacen cosas que no entiendes son idiotas, no vaya a ser que al no tener con quién repartir la memez de la raza humana quieras ahora acapararla toda tú solito, te voy a dar sólo uno de los muchos motivos que lleva a las personas a fumar, ser ariscos, tener una mala comunicación con sus seres queridos o no cuidar de su planeta, sí bien, a corto plazo esos comportamientos apenas tienen consecuencias negativas, es más, cambiar sus malos hábitos les generará más malestar a corto plazo que mantenerlos.
Ese es el peligro de los “defectillos”, generan piedras tan pequeñas que con un poco de cabezonería y distracción uno puede darles una patada hacia delante y seguir con lo suyo sin grandes dificultades. Las piedras grandes por el contrario le meten a uno tal bofetón que por mucho que quieras no puedes hacer como si no existiesen. Las piedras grandes son magníficas porque resuelven rápido el enigma: o cambias o te rompes. Ya está, sin tonterías ni medias tintas.
Nadie puede andar con un elefante dentro del zapato por mucho tiempo, ¿pero hacerlo con una molesta piedrecita? Eso hay quién lo hace una vida entera.
Cuídate de tus pequeños problemas, son éstos y no otros los que se integrarán en tu forma de caminar.
Con permiso del viento.